Todas las personas que por una u otra razón se ven obligadas a salir de su hogar, rumbo a un destino desconocido, son dignas del máximo respeto. Si además se han sentido expulsados de sus casas por acontecimientos bélicos o de persecución ideológica o religiosa debemos subrayar el respeto. Las sociedades desarrolladas y democráticas tienen un deber para con todas esas personas que buscan un futuro que no amenace su supervivencia.