Las acciones del vulgo están expuestas a variados controles por parte de la policía uniformada o vestida de paisana. ¿Es la misma policía que vigila instituciones y protege a los políticos? ¿Son idénticos los policías que observan presuntos robagallinas y presuntos corruptos? El recorrido de una gallina robada es relativamente corto, pues como mucho acaba en una cocina cercana. Robar gallinas es, además, una acción solitaria y unilateral. El dinero presuntamente mangado de las instituciones exige colaboración con terceros. Blanquear ese dinero conlleva no solo reuniones y charlas, sino largos desplazamientos al extranjero o llevar un tren de vida propio de los ricos de toda la vida. Quienes presuntamente se han dedicado a llenarse los bolsillos con el dinero del ciudadano han estado, a causa de la amenaza terrorista u otro tipo de temores, permanentemente escoltados. Más cerca de la corrución no podía estar el ojo de la Ley. No parece que el problema de la masiva corrupción sean unas leyes inapropiadas, aunque algunas de ellas sean, efectivamente, retrógadas. No parece que las leyes sirvan sólo para juzgar robagallinas sino que el cosmos favorece a los agentes de la Ley percatarse de la acción delictiva de un robagallinas y les impide ver otro tipo de acciones posiblemente más llamativas.