En esta complicada realidad literaria española, en este microclima de los premios, me he encontrado un chollo extraordinario: un certamen navideño de versos bien dotado al que solo concursábamos dos, yo y mi hermano pequeño. ¿Es fácil presumir que iba a ganar aquello alguno de la familia?
Pues se equivocan; en esta complicada rueda de la ruleta de inmortales el premio de este primer certamen de poemas? ha quedado desierto.
Además, un ladrón se llevó de la mesa del jurado un sobre con el dinero a obsequiar al vate laureado o a correr a su encierro en la caja y acumularlo para el próximo premio; y se llevó también un almirez y hasta la rama de laurel. ¡Qué ladrón literario! ¡Qué ladrón de Bagdad!
O qué fin de semana del concejal de Eventos que tras la manta roja que hacía de foro telonero milimetraba con la vista las titis de Lucía, una actriz y rapsoda contratada con dietas y venida de bien lejos, no sé qué cinturón de Barcelona, mientras bromeaba fingiendo que la componía el antifaz con que la actriz iba a presentarse a recitar para un público adulto media hora de Quevedo.
Mientras le proponía un refrigerio a dos para después del trabajo "con cargo al presupuesto".