Casi seis millones de personas, que sepamos sin contar ilegales, buscamos trabajo. No por gusto -¡qué va!- sino porque es preciso un sueldo si se quiere comer, vestir, dormir en colchón y ese tipo de absurdeces que hacemos los de la cuadrilla. El problema no es solo la competencia -madre mía, nunca había tenido tanta-, el problema es que a partir de septiembre lo tenemos más difícil para encontrar currelo. Nos suben la peluquería, las gafas y el dentista. ¿Con qué pintas vamos a presentarnos a una entrevista de trabajo? Ni morirnos de gusto vamos a poder hacer, oye, que también nos suben los servicios funerarios.
Pues va a ser verdad que nos han jodido, ¿eh? Y a los de las funerarias más. ¡A ver quién cobra al pobre muerto!