Encontré un anuncio de empleo en el que buscaban a alguien para labores de limpieza. Llamé y una tal Marisa me dio cita en una determinada dirección del centro de Bilbao a las 11.30 horas.

Llegué a la hora indicada y cuando, después de apretar el timbre del piso, pregunté por el trabajo, mi sorpresa fue mayúscula cuando me dicen que ahí no habían pedido a nadie para ninguna oferta de trabajo. Pensé que quizá me había equivocado. Llamé al teléfono del anuncio, mientras iban llegando otros candidatos. Nos juntamos un total de cuatro personas. Decidimos irnos.

Estaba llegando a casa, cuando me llamo mi padre para saber cómo me había ido. Le conté lo sucedido y decidió llamar de nuevo para hacerse pasar por alguien que pedía el empleo. Esta vez, le dijeron que el puesto estaba ocupado.

Señores, esto no es la primera vez que me ocurre. Tampoco es la primera vez que llamo a un teléfono y me salta un contestador multitud de veces; la primera dejo mensaje, pero las siguientes no, hasta que dejas de llamar porque te arruinan y nunca más sabes de quién solicitaba personal.

Ya está bien de burlarse de la gente que va a pedir un puesto de trabajo, que no están los tiempos para estas chanzas.