Hace meses el PP aprobó un proyecto de ley que permitía descontar los años que un preso hubiera pasado en otro país porque les parecía lógica y ajustada al derecho europeo. Cuando alguien contó que aquello enfadaría a otros porque permitía adelantar la salida de algún preso de ETA montaron un pollo, pareciendo que el mundo se hundiría si se aprobaba lo que ellos habían aprobado.

El 24 de diciembre el Gobierno español aprobó devolver al PNV el edificio que fue incautado por la Gestapo y después por Franco vía autoridades francesas. Nadie dijo nada, llegándose a recordar que el PP negoció tal devolución; incluso poco después D. Semper habló de buenas relaciones con el PNV.

En enero, D. De Andrés, jefe del PP vasco, desabrochó el intelecto para concluir que su cesta de votos vendría de quitárselos al PNV y salió con aquello de no fiarse de ellos, y eso que en su época de diputado general no paró de pactar con el PNV. Para encumbrar su tesis trajo a Euskadi al “bocachanclas” D. Tellado quien narró su relato sobre la casa de París, a la que llamó palacete, terminando por llamar “aprovechategui” al PNV, lo que no deja de ser una desfachatez digna de ineptos intelectuales que piensan que la política es un ring de ignorantes. Al final, resulta que el famoso palacete se incluyó en el famoso ómnibus y el PP aprobó ayer su cesión al PNV “por respeto a los jubilados”.

Primero la cárcel en Francia equivale a prisión en España, después montan un lío porque creen que políticamente les conviene que no sea así. Primero no les parece mal la devolución de patrimonio incautado por una dictadura para después decir que es un robo y terminar aprobando su devolución “por los jubilados”, como si el PNV tuviera que agradecer tal restitución a quienes cobran pensión.

Eso no es hacer política, es inventar para cada día lo que más les conviene, y eso se llama antipolítica, y de eso saben más los de Vox, con los que pactaban para ahora criticarlos, o sea, más antipolítica.