Lo mejor del tostón de cuatro horas que duró la despedida de Sálvame, un especial que calificaron de maratón aunque no hace tanto que el programa duraba hasta cinco horas todas las tardes, fue el vídeo de apenas dos minutos que colgó Netflix a continuación. En él, Belén Esteban y su troupe llegan portando algunos elementos característicos de su etapa de Tele 5, que habíamos visto arder en una hoguera en el aparcamiento de Mediaset minutos antes. Primer fallo de racord, nadie dijo que Netflix fuera perfecto. En el vídeo, la ex de Jesulín bromea con su mal inglés, confunde la serie Rebelde con Élite y se ríe a carcajadas de quienes decían que “esto” se acababa (sus hasta ahora jefes de Mediaset). Hay pocas cosas que Netflix haga mejor que los anuncios, lo que es una paradoja para una plataforma que presume de no tener anuncios (al menos en sus planes premium) y aquí se han vuelto a superar. Queda por ver el interés (o rechazo) que pueda provocar en su elitista clientela) el reality que preparan con los ocho elegidos de Sálvame, la tele más populachera metida con calzador en la más pija. Para algunos de ellos (rescatados de DEC, de Antena 3) será su tercera vida. Y suena a viejo. Pero no prejuzguemos, queda por ver en qué queda este spin off grabado donde estos magos del directo que pensábamos que se dirigían a un público tan diferente al de Netflix tendrán que jugar nuevas cartas sin ayuda del contrapeso de dos grandes de la tele, Jorge Javier Vázquez, primero, y Adela González, después que han quedado fuera del proyecto, al menos de momento.

Precisamente, Vázquez, de baja médica, fue el gran ausente del chimpún final de Sálvame, cuyos responsables prometieron una gran hoguera para quemar todo el decorado y, como tantos de sus cebos, lo dejaron en una fogata con cuatro tablas y un par de folios de supuestas exclusivas de esas que siempre decían que tenían pero nunca aparecían tras comprobar que invadir la intimidad de cualquier mediofamoso salía más caro en el juzgado que montar los paripés habituales entre los colaboradores. El último Sálvame diario fue un programa atropellado convertido en un monstruo de tres cabezas donde Patiño y Terelu rivalizaban con Adela por asomar la cabeza, donde se desaprovechó la visita (y no por su culpa) de Ion Aramendi, desafinaron un himno tan absurdo como innecesario (el de verdad es su sintonía) y donde lo poco que sonó a verdad fue ver a German González (un tipo que conviene no perder de vista) emocionado al leer su carta de despedida mientras Caparrós se zampaba un canapé. 

Fue una hoguera de vanidades disfrazada de Noche de San Juan y un adiós de mentirijillas porque además de los tres Deluxes que les quedan antes de que Sálvame se dé por desalojado en Tele 5, los ocho contratados por Netflix ya sabían que estaban salvados de la quema.