Terminó el Mundial de Catar. Felicidades, Argentina. Felicidades, Messi. Hasta ahí. El problema es que tendría que poner también “Felicidades, Catar”. El país de la península arábiga ha salido muy bien parado en cuestión de imagen. Confieso con tristeza y resignación que esperaba mucho más en forma de gestos, actitudes, palabras y hechos de denuncia de un régimen autoritario, antidemocrático y vulnerador de los derechos humanos, misógino y homófobo, explotador de trabajadores. Ni tras la final, cuando ya no había lugar a sanciones, hubo un guiño. Catar ha ganado por goleada.