RECUERDO a servidora hace ya algún lustro, escribiendo las columnas veraniegas sobre el look de los becarios, y su vestimenta pelín relajada. Les hablo de hace tiempo, cuando comenzaron a proliferar las bermudas entre los chicos, los pantalones caídos enseñando la hucha, y venir al periódico se convertía en un ejercicio de riesgo, siempre vislumbrando rodajillas a medio asomar. ¡La de gayumbos feos y asquerosos que me he tenido que tragar! Pues bien, superado ese fenómeno, y acumulando en la retina docenas de rajuelas peludas, ahora fijo la mirada más arriba, observo sus rostros y veo que a mucha chavalería se le da por lucir bigotitos de medio pelo. Mostachos rectos y finos, tipo lápiz. Los usa la gente más joven que debuta con sus primeras elecciones de corte de vello facial. Se trata de unos bigotes muy delgaditos, con un cierto toque acantinflado, como si estuvieran pintados. Y, claro, yo les veo y ¿qué quieren qué les diga? la cabeza se me va a la morsa peluda de Aznar, o a la mosca nazi de Hitler. También a aquellos tipos del Movimiento con los pantalones hasta los sobacos, y aquella estética sobeteada por el yugo y las flechas. Recuerden, si no, el personaje de Martínez El Facha, de El Jueves, con su sempiterno bigote. ¡Buah! solo de pensar en tanto franquismo tuneado, me pongo mala. Aunque lógicamente ellos no sepan de qué estoy hablando, ustedes, queridos lectores sí. ¿Verdad?l

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