N espantoso suceso ha dejado conmocionada a la ciudad catalana de Terrassa: el asesinato de Guruj y Anisa Abbas, hermanas de origen pakistaní, en su ciudad natal de Gujrat, por no querer consentir un matrimonio concertado. Aunque suena terriblemente excepcional, más de 5.000 mujeres son asesinadas cada año en los denominados crímenes de “honor”. Recientemente ha estado en España la activista holandesa de origen afgano-pakistaní Shirin Musa, fundadora de Femmes for Freedom, una plataforma dedicada a combatir la situación de servidumbre que para muchas mujeres, a causa de diversas creencias religiosas integristas (no solamente musulmanas, sino en ocasiones también cristianas y judías) suponen los matrimonios forzados y la prohibición del divorcio. Shirin Musa sufrió la injusticia en carne propia. Resulta que se casa por poderes en su país natal de Pakistán con un ciudadano de la misma nacionalidad residente en Amsterdam, y no es hasta haber llegado a Holanda que la buena señora se entera de que en realidad es la octava esposa del individuo en cuestión. Pocos puntos de partida más propicios que este para el comienzo de una cruzada personal por la justicia y la libertad, ni mejor aliciente para que el lector preste todo su apoyo moral.

El caso de Shirin Musa y la actividad de Femmes for Freedom ponen de manifiesto la existencia de una contradicción paradójica del feminismo occidental. Después de un siglo de vitalidad y progreso ininterrumpido, que había comenzado con el sufragismo británico y norteamericano anterior a la Primera Guerra Mundial, la militancia en plataformas, asociaciones y colectivos de todo tipo orientados a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres parece haber llegado a un estancamiento. Esta parálisis es en gran parte resultado de su propio triunfo. Las políticas de género se encuentran tan insertas dentro de la estructura social, la legislación y el mainstream mediático de los países occidentales, que las reivindicaciones feministas apenas llaman ya la atención del público. Por el contrario, se las ve como parte del telón de fondo, en una nueva manifestación de ese fenómeno tan característico de las sociedades modernas que consiste en “morir de éxito”, y que afecta también a otras tendencias progresistas como el ecologismo, la lucha contra la discriminación racial o el movimiento gay.

Esto resulta inconveniente porque aquellos problemas a los que se intentaba dar solución mediante la puesta en marcha de un movimiento de masas distan mucho de hallarse resueltos en el momento en que las plataformas y asociaciones que luchan por la causa comienzan a perder eficacia para pasar a formar parte del andamiaje burocrático e institucional de una sociedad avanzada. Hoy flotan a la deriva numerosas asignaturas pendientes, con una profunda insatisfacción, resultante de la dificultad de conseguir nuevos logros en la misión inicialmente propuesta, así como de la irritación que genera el no poder pronunciarse contra posturas de autoridad conformistas e interesadas dentro de la propia causa. Sobre la marcha van surgiendo nuevos problemas, derivados de la incapacidad que unas políticas de género diseñadas para el ámbito cultural europeo manifiestan a la hora de hacer frente a las cuestiones que plantea la integración de colectivos pertenecientes a otras culturas, religiones o entornos de desarrollo social diferentes a los occidentales.

Si andamos a la busca de algo que marque distancias con respecto al horizonte conformista y cuajado de clichés del actual feminismo institucionalizado occidental y de corte políticamente correcto, no tenemos que caminar muy lejos para encontrarlo. El feminismo de campaña y defensa civil por el cual combate Shirin Musa, y con ella muchas otras mujeres anónimas del mundo musulmán, es distinto al que conocemos por estos reales, de pancarta, debates televisivos y puntillosa definición de cuotas en organismos públicos o consejos directivos de las grandes empresas. Femmes for Freedom se ocupa de casos urgentes y dolorosos: mujeres maltratadas, prometidas a la fuerza, imposibilitadas para obtener el divorcio por decreto de alguna oscura asamblea de clérigos integristas y, en ocasiones, abandonadas en aeropuertos por conveniencia de un esposo que tiene el capricho de rehacer su vida libre de ataduras. No es exagerar: cosas como esta suceden a diario, no solo en países del Oriente Medio, sino en el interior de las mismas comunidades asentadas en ciudades como Amsterdam, París o Madrid.

Es en este contexto y dentro del rango de necesidades de actuación que el mismo exige a nuestros poderes públicos y al legislador, que cobra significado la existencia de plataformas como la de Shirin Musa. Y así es como la opinión pública debería percibirlo. No como una ONG más de tantas que existen por ahí, sino como una necesidad perentoria y justa de nuestro complejo y ajetreado mundo bullente de conflicto y de multitudes humanas condenadas a alcanzar acuerdos y llevarse bien.

* Perito Judicial