No confío en que una escalada militar en Europa sea la solución a la invasión de Ucrania pero sé que la lentitud en los efectos de otras medidas nos obliga a mirarnos en el espejo y sincerarnos. La matanza está lanzada y el asesino no va a recapacitar; para eso hace falta conciencia. Así que toca elegir, entre males, el menor. Habrá quien crea que ese es dejar que Putin aplaste Ucrania. Entre ellos, los mismos que enarbolaron el derecho a la resistencia contra el tirano en todas las revoluciones del siglo pasado, algunos que las arrastraron hasta este siglo, y ahora solo reconocen a los ucranianos el derecho a resistir a gritos pero inermes.