Síguenos en redes sociales:

Zelai Orlegian

Menotti y Bilardo

ÉSAR Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo han sido durante décadas, en Argentina y por traslado en el continente europeo, los paladines de dos formas contrapuestas de entender el fútbol y la manera de competir en las canchas. Ambos conocieron la gloria y salieron campeones del mundo: el Flaco en 1978, en casa, en plena dictadura de Videla, y el Narigón en 1986, en México, con un subcampeonato cuatro años más tarde. Con la albiceleste, o en los clubes en los que entrenaron, sus propuestas eran diametralmente antagónicas. Menotti ha sido un literato del juego bonito, de la posesión, de la calidad, de la técnica y de ver el fondo en las formas. Dirigiendo al Barcelona en los 80, con Maradona en sus filas, tuvo que sucumbir ante el Athletic de Clemente, y le recordamos vituperándolo por aquello de su fútbol físico y directo. Los malperdedores de entonces decían que los rojiblancos "no daban espectáculo", y el de Barakaldo les remitía a la ría y a la gabarra para contemplarlo.

Bilardo radicaba en el polo opuesto, heredando ya el credo del que fuera su entrenador Zubeldía en el Estudiantes de la Plata. Lo importante: el resultado, el esfuerzo colectivo para su consecución, la presión, la estrategia y el no conceder nada al rival. Ni agua. Célebre aquel "pisálo, pisálo!" dirigido a sus jugadores del Sevilla ante una tentativa de auxiliar al enemigo caído. Y ello cuando curiosamente se erigió en el principal mentor del sin par Pelusa. El Doctor ginecólogo siempre entendió la competencia asumiendo el todo vale en pos del triunfo, limando si es menester los límites del reglamento a través de un compromiso grupal casi bélico. Muy aconsejable una reciente serie documental para conocer su modo de entender el deporte y la vida, una sucesión de atractivas excentricidades. Y también recomendamos el libro novelado sobre "la verdadera historia" de la relación entre estos dos próceres del balompié, que de buenos amigos pasaron a figuras irreconciliables por mor de las cuitas futbolísticas. Menotti versus Bilardo, el agua y el vino hasta en su estilismo: el fino y elegante disertador encantaserpientes frente al apóstol de la funcionalidad, el pragmatismo y las palabras justas. Dos escuelas en el fútbol argentino y mundial, que han venido dejando huella por donde pasaron. En el carril menottista situaríamos a nuestro bien conocido Loco Bielsa y, a su través, al Pep Guardiola heraldo del tiki-taka en Europa. En la trinchera bilardista, el Cholo Simeone y el Muñeco Gallardo, pendiente éste de saltar al viejo continente, discípulos aventajados ambos del morder primero y correr después. Por supuesto que todas las etiquetas son cuestionables, y los colores puros se mezclan en terceras gamas.

El actual entrenador del Barcelona, Xavi Hernández, decía hace unos años, y ha venido a corroborar recientemente, que el juego desplegado por Simeone en el Atlético de Madrid "no es propio de equipos grandes". Con la mayor de las empatías que nos haya podido despertar el catalán como enorme jugador que ha sido y probable buen entrenador, siempre bien relacionado con el fútbol vasco (lo que quizás no pueda pregonarse del argentino), discrepamos abiertamente de tal tesis. Como no pueden compartirse los fundamentalismos que entienden este deporte sólo de una determinada manera, estética y lustrosa, y denostan otras formas menos benignas pero efectivas de concebirlo, porque al final de lo que se trata es de superar al contrario aprovechando las armas de las que se dispone. Reivindicamos a Menotti y a Bilardo, a Guardiola y también a Simeone, por qué no, si han hallado distintas vías para alcanzar victorias y ganar títulos. Porque eso es jugar bien al fútbol.

En los próximos cuatro días el Athletic va a medirse sucesivamente, en liga y en Copa, al Barça de Xavi, que viene de maravillar de nuevo en Nápoles, y después al Valencia de Bordalás, un hueso duro de roer como demostró en la ida de semifinales. Con un fútbol de chaqué y tiralíneas el uno, con un planteamiento al borde de un ataque de nervios, que exaspera y a veces desespera, el otro. De nuevo los extremos opuestos, las dos eternas escuelas, el gato blanco o el gato pardo, que pretenden cazar ratones. Menotti y Bilardo. Respeto para todos los caminos. Enfrente, y con su sello propio, este Athletic de Marcelino que huele al Athletic de siempre. Como decía ante semejantes retos el recordado Jose Iragorri: "Ahí te quiero ver Athletic".