UIERO pensar que cuando Victoria Martín dijo en la gala de los Premios Feroz que a ella la quisieron sustituir por un perro para no tener una comedia con dos mujeres fue, en realidad, una broma. Pero la historia es tan terriblemente absurda y vejatoria que perfectamente podría ser realidad. En plena época pos-Me too, la industria del cine sigue sin librarse del machismo. En un sector precario, donde las tasas de desempleo rondan el 90%, las mujeres se siguen llevando la peor parte, víctimas de sesgos de género y de edad. Es curioso ver cómo mientras ellos envejecen, sus parejas en el cine no superan casi los 30 años. El resultado es que cada vez hay menos papeles para actrices de mediana edad. Faltan también historias en las que la mujer sea cada vez más visible y protagonista. La brecha de género se incrementa en las posiciones de liderazgo. Solo dos mujeres, Chloé Zhao y Kathryn Bigelow, han ganado el Oscar a la mejor dirección desde el inicio en 1929 de los premios de Hollywood. Un siglo de cine creado exclusivamente por y para hombres en el que falta la mirada femenina. Y por el momento, las cifras del sector no auguran un cambio sustancial: la mayoría de personas que hay detrás de la cámara son hombres. Como ocurre en muchos sectores, las cineastas tienen igual o mayor preparación que sus compañeros, aunque después no tengan hueco y la sociedad las acaba metiendo en un cajón.

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