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Mesa de Redacción

Susana M. Oxinalde

Incondicionales

OLO será una cuestión de tiempo que Cristina de Borbón vuelva a aparecer en las fotos oficiales tras este final triste y algo apoteósico. Una miraba el caso Nóos, con esta mujer absuelta porque oficialmente estaba enamorada hasta las cachas y no se enteraba de nada y percibía en esta pareja algo épico dentro del equipo de insignes mangantes que estaban hechos. Alguien que es capaz de perdonar a un ladrón por amor en medio de una familia real tenía algo de telenovelesco, glorioso y muy rebelde. Un carro de hijos, un palacete, corazones titilando en los ojos, gastos, gastos, gastos y mucha horizontalidad. Luego la caída, el descrédito, el juicio público, paseíllo y cárcel. Pero el amor seguía. Y en Suiza, ni más ni menos. La infanta imputada estaba dolida con el trato recibido en España y mira que había tirado de gasto público, como si eso significara en algún idioma maltratar a alguien, así que decidió que agotado el vía crucis se vacunaría en Abu Dabi de extranjis, saltándose la cola, las restricciones de movilidad y toda la educación. Y así, cuando pensábamos que no había necesidad de robar en medio del Club de Zarzuela pero al menos sí para la lealtad, llegan las terceras personas y el final. Antes apaleada y hoy cornuda, esta mujer nunca ha sido de fiar ni de apenarse por ella, ni siquiera por confiar ciegamente en su propia coartada que creyó solo para incondicionales.

susana.martin@deia.eus