L siglo XX sacó a flote en Europa de lo peorcito y de lo mejorcito que hemos visto en la humanidad. Vimos como en nombre de la irracionalidad se cometieron los peores crímenes organizados de la humanidad. Los del nazismo, los del estalinismo, los de Pinochet, los de Pol Pot. Lo mejorcito fue superar todo eso. En Europa occidental -aquí no- eso llevó a un sistema que era como una moneda de dos caras. La democracia cristiana era una de ellas, y la socialdemocracia, la otra. Se optaba por un lado o por otro, pero siempre se tenía al estado del bienestar como garante del interés superior de la población, tanto en asuntos económicos como educativos, sanitarios y otros.

Thatcher y Reagan empezaron lo que luego se ha convertido en un desmontaje sistemático de ese estado del bienestar, que procuraba buscar la equidad -que no la igualdad- de las personas. No lo conseguía, ojo. Pero ese era su rumbo. Parte desapercibida de ese desmontaje consiste en la expulsión, lenta pero segura, de las humanidades del sistema educativo. Ya cayó la filosofía como asignatura. Antes prácticamente desaparecieron el latín y el griego del mapa. ¿Será la historia lo siguiente?

La escritora norteamericana Marilynne Robinson dijo en su día que "Nos equivocamos al desvincularnos de la historia, como si nuestros pecados y errores no fueran una carga para generaciones posteriores". Es lo que nos pasa cuando anteponemos la frustración que generan problemas más personales e inmediatos -graves también, nadie lo cuestiona- a un mínimo sentido de ética. Sacamos del armario en pleno siglo XXI los fantasmas que contribuyeron a esos desmanes del siglo XX. "Yo no soy racista pero...". "Ni machismo ni feminismo". "Los inmigrantes nos roban". "La dictadura del lenguaje políticamente correcto". "El toro no sufre". Etc.

Napoleón Bonaparte dijo sucintamente que "Aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla". ¿Estamos a tiempo de impedirlo o ya hemos perdido ese tren?

@Krakenberger