L 19 de enero de 2019 me llega la noticia de la mano de Amaia Uribe, corresponsal de ETB en EE.UU. Una sola palabra. "Culpable". Acababan de declarar de nuevo culpable a Pablo Ibar. No os cuento los epítetos que vociferé en ese momento. Con las mismas pruebas -que dos años antes el Tribunal Supremo de Florida consideró "escasas y débiles"- vuelven a declarar culpable a Pablo Ibar.

Pues si a mí se me hundió el mundo bajo los pies, lo que sintieron el propio Pablo, Tanya y Cándido fue lo mismo pero con muchísima más intensidad. Pablo entró en un auténtico pozo negro de depresión del que le costó mucho tiempo salir. Con Tanya creo recordar que no volví a hablar hasta cosa de una semana después. Ella no conseguía dejar de llorar. Y Cándido se sumió en un silencio pétreo.

El otro día, cuando pude estar de nuevo con Cándido y con Tanya, comprobé cómo siguen tan combatientes como siempre. Recuerdo que el primero en recuperarse fue el propio Cándido. Con él pude ver qué significaba exactamente eso de sacar fuerzas de flaqueza, de donde no las hay. Cándido se puso otra vez en el casillero cero, y a empezar otra vez. Por la vía dura. Por la de que no te queda otro remedio.

Afortunadamente, unas semanas después, en mayo, pudimos evitar la condena a muerte. Pero ¡ojo! La cadena perpetua en Estados Unidos no tiene apellidos. Es perpetua. Punto. Te mueres en la cárcel, y si no reclaman tu cadáver, te entierran en la cárcel. Literalmente. Hemos pasado de tener una persona, con fuertes evidencias de inocencia, condenada a muerte con ejecución a tenerla condenada a una muerte lenta, sin ejecución.

Por ello es tan importante que no nos olvidemos de Pablo Ibar. Por eso es tan importante esta apelación que acabamos de emprender. Por eso necesitamos todo vuestro apoyo. Más, si cabe, que antes.@Krakenberger