O llevé el lazo azul. Sí. Y acudía también, cuando podía, a las concentraciones que se realizaban en la plaza de Correos de Vitoria-Gasteiz cada vez que ETA nos golpeaba la conciencia por medio de sus asesinatos. Allí, bajo un paraguas si llovía o templando el gélido frío de los inviernos de la capital alavesa, permanecíamos en silencio para mostrar nuestro rechazo a la barbarie terrorista que también incluía en nuestra vida cotidiana, claro, los largos secuestros. Enfrente, muchos con la cara tapada, la contramanifestación de turno para hacernos saber que ellos y ellas eran más y su voz era más potente. Y que daba miedo. Para cuando yo me animé a salir a la calle otras muchas y muchos ciudadanos habían comenzado a construir ese camino de baldosas amarillas que no generó en ETA una modificación de sus postulados para repensarse su porqué, pero que sirvió para que la sociedad vasca hiciese voluntariado cívico en contra de su existencia. Personas anónimas y movimientos como Elkarri, Gesto por la Paz, Denon Artean y el Foro de Ermua sembraron el germen de un activismo por la paz aún en las peores circunstancias. Y no había mejor momento para reconocerlas que el Día de la Memoria porque, a través de ellas, en palabras del lehendakari, Iñigo Urkullu, la sociedad vasca demostró su compromiso con la vida y la libertad. Y hoy lo puede decir con orgullo.

Ese es el mensaje que debe calar. No otros que, como el Partido Popular, Ciudadanos o Vox, han querido imponer con sus ausencias en el acto del Parlamento Vasco donde, es verdad, sigue estando la asignatura pendiente.

Desde que surgiera en 1993 el lazo azul como protesta por la vulneración de derechos humanos por parte de ETA, la Cámara ha sido capaz de aprobar declaraciones institucionales -que necesitan de la unanimidad política- contra vulneraciones de derechos humanos en Guinea Ecuatorial, Turquía, Bosnia-Herzegovina, el Tibet, Colombia, el Sahara Occidental, la república de Chechenia, el Kurdistán iraquí, Angola, Ecuador, el Chad, Guatemala, Uganda, Chile, México, Nigeria, Japón, Siria y/o Camerún. Ser capaces de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio debería invitar también a la reflexión. Quizás para el próximo Día de la Memoria.