Son muchos y muy variados los acontecimientos en los que nos hemos visto envueltos estos últimos meses. ¿Por qué existe miedo de condenar actos deleznables de gamberrismo, violencia y terrorismo urbano? ¿Por qué evadirse de un juicio ético claro ante actos y posturas insolidarias con palabras edulcoradas y evasivas?

1.-Mirar al futuro con esperanza No queremos ser pesimistas, negacionistas ni nada parecido. Somos conscientes de las grandes dificultades que estamos viviendo, fruto de la pandemia y de la situación económica. Siempre hemos abogado por abrir las ventanas a la esperanza. Es encomiable el esfuerzo que están realizando las instituciones políticas y los grupos sociales de toda índole en estos momentos. Pero también creemos que es necesaria una reflexión seria sobre algunas situaciones que estamos viviendo un día sí y otro también en nuestras calles, pueblos y lugares de trabajo.

Por una parte, vivimos una constante división y enfrentamiento social donde la degradación en nuestras relaciones humanas nos impide alcanzar acuerdos esenciales para avanzar en una convivencia efectiva. La confrontación, se ha impuesto como arma política. Por otra, sectores de la población de distintas edades, en los que prima el individualismo, haciendo "lo que me apetece", sin aceptar ninguna razón o norma que coarte la forma de vida deseada. Ambas situaciones nos desgastan como pueblo, dañan el sistema democrático y alimentan múltiples formas de populismo barato.

Es curioso constatar que la falta de autocrítica nos lleva a imputar siempre de todo lo que sucede a los demás, "la culpa la tiene el otro". No hacemos más que mirarnos en el ombligo de los propios intereses de grupo, posponiendo los intereses de todos los demás.

2. Partir de la realidad Algo no va bien entre nosotros si mencionar las palabras responsabilidad, solidaridad, tolerancia, colaboración,€ viene a ser como mentar a la memoria de tu madre. No digamos nada si aparece la palabra libertad. Se nos está olvidando que democracia es no solo acusar y que el Bien Común, el bien de todos, supone una cierta limitación del bien particular; que el mal menor, con sus limitaciones, es necesario para conseguir el mayor bien de todos posible. Democracia es también oponerse con razones si hay que oponerse, aceptar lo bueno que se propone y ser intolerante con los intolerantes, es decir, con aquellos que quieren imponer sus ideas por la fuerza. Prospera en muchos ambientes un sectarismo agresivo, que nos va vaciando la cabeza de ideas razonables y las va llenando de una ideología con grandes palabras, pero poca concreción real. Muchos tópicos mentales que leemos u oímos en la calle, en los discursos y en las redes sociales alimentan la dificultad de nuestros encuentros y trabajos. Bien sabemos que el sectarismo es una desgracia mental que hace mucho daño y cuesta superar.

Son muchos y muy variados los acontecimientos en los que nos hemos visto envueltos estos últimos meses. No podemos dejar de mencionarlos. ¿Por qué existe miedo de condenar actos deleznables de gamberrismo, violencia y terrorismo urbano? ¿Por qué evadirse de un juicio ético claro ante actos y posturas insolidarias con palabras edulcoradas y evasivas?

Sabemos que hay gente que no quiere volver a oír hablar de este tema. Hay gente que no desea oír hablar de conflicto, en tanto que otros se alimentan de la "permanente borroka" y siempre van de víctimas. Prima el propio individualismo, sin ninguna perspectiva del bien común.

3.- Necesitamos compartir la responsabilidad social En estos momentos, somos muchos los que nos preguntamos por el impacto de la crisis familiar en la responsabilidad y educación de los hijos; los valores que se transmiten, si se hace, en los centros educativos; los valores y las ideas dominantes en los medios de comunicación y en las redes sociales. A veces, es tal el grado de influjo, incluso el efecto de degradación moral en el que nos movemos, que nos bloquea interiormente para denunciar una injusticia o una mentira demostrada.

En poco tiempo la situación vivida, el cambio cultural y el desarrollo técnico-científico nos está abriendo la perspectiva de un mundo nuevo hasta ahora desconocido. Esto nos está exigiendo también un rearme moral profundo e integral. No podemos soslayar este problema y esta exigencia.

Tenemos muchos retos por delante. La experiencia de la pandemia ha hecho que tengamos que enfrentarnos a ellos. Somos conscientes de la dificultad real para que muchos valores morales arraiguen entre nosotros. Es necesario un compromiso compartido, claro y valiente frente al gamberrismo y a la violencia gratuita. La agresión por cualquier motivo no puede caer en el vacío, por el silencio o por el miedo a la contestación. Eso es un acto de cobardía. Póngase la etiqueta que se quiera.

En Euskal Herria hemos sufrido demasiado por el amparo a la violencia ilegítima, el chantaje y el miedo. El derecho a la verdad, y la valentía para defenderla, es el mayor bien que tiene un pueblo que quiere construir unido su futuro.

* Etiker: Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y Joxemari Muñoa