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Mesa de Redacción

Susana M. Oxinalde

La alarma y el lobo

STAS noches mandamos a los niños y niñas a dormir con un miedo administrativo y espeso. "Duérmete, que se acaba el estado de alarma". Simulando al lobo, que está a punto de llegar en cinco días, Sánchez se desentendió de llevar al Congreso la prórroga del mecanismo que avala las restricciones sobre movilidad y los toques de queda para dejarlos en manos de las comunidades, o sea, en si el juez o jueza se levanta de buena mañana. Todas, sin competencia jurídica, viven de diferente modo el asunto y dependiendo de su tasa de incidencia, claman que el miedo es libre, tanto como la manoseada libertad. Le hemos empezado a tener tanta aprensión al fin del estado de alarma como al covid mismo, como si hubiera que explicar que el segundo se multiplica si no existe el primero. En Euskadi nacerá el viernes un decreto preventivo para la que nos viene: un despendole social y judicial sin pastores eléctricos. Sin alarma hay paraíso, casa en la playa y madrugadas de botellón. Y virus. Un año fatigándonos a lo pandémico pero con la confirmación clara de que sin prohibiciones no asumimos los peligros, y a veces, hasta con ellas, tampoco. Sánchez habló en junio de "nueva normalidad" bajo el sol del fin del encierro y siguió el pulso social con el virus, la alarma y sin ella. Casi un año después ya ha puesto las patas encima de la mesa de nuestras vidas. Sánchez y el virus. No es el fin del mundo pese a los 78.000 muertos ¿Alarma? ¿En dónde?

susana.martin@deia.eus