O resulta posible hacer un balance positivo de la presidencia estadounidense de Donald Trump. Nosotros no aplaudimos cuando fue elegido presidente hace cuatro años, a diferencia de las efusivas y vibrantes felicitaciones de EH Bildu. Con unas actitudes populistas, agresivas y profundamente irrespetuosas, Trump ha polarizado muy peligrosamente a la sociedad norteamericana en aspectos sociales y humanos muy sensibles y ha perjudicado notablemente el orden internacional que los propios Estados Unidos contribuyeron a construir tras la Segunda Guerra Mundial, aunque con evidentes contradicciones, que sufrimos también los propios vascos en la persona del lehendakari Agirre y toda su generación.

Porque una cosa es percibir que, al contrario de lo que los propios norteamericanos pensaban, la globalización les ha causado también a ellos consecuencias negativas debido a la emergencia geopolítica y geoeconómica de nuevos países en el mundo, especialmente, China, y otra muy distinta es reaccionar con actitudes antidemocráticas, agresivas e insolidarias que en nada arreglan la situación. Trump, con su hostilidad, supremacismo e imprevisibilidad, no solo ha causado un daño muy serio a la reputación internacional de su país -el poder blando de Estados Unidos está en sus horas más bajas-, sino que ha cuestionado en buena parte los principios básicos de la democracia, la confianza de los ciudadanos en sus propias instituciones y hasta la credibilidad de la idea misma de lo que representan y deben representar los Estados Unidos.

La evidente instigación del asalto violento al Capitolio no fue una protesta, sino un ataque violento y armado contra la democracia y las libertades. Fue un verdadero golpe a la democracia. Fue la guinda que resume la ideología trumpista. Una ideología ultraderechista e iliberal, que su mentor Steve Bannon ha tratado de expandir en el mundo. Y, por favor, no confundamos estas actitudes con otras que lo que pretenden es profundizar en la democracia y no destruirla, como ocurre en Catalunya.

Afortunadamente, las instituciones norteamericanas aguantaron el envite. Como señaló el presidente Biden "hoy celebramos el triunfo, no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia. El pueblo, la voluntad del pueblo ha sido escuchada y la voluntad del pueblo ha sido atendida".

Sin embargo, el daño provocado ha sido enorme y es probable que la oscura sombra del "trumpismo" vaya a ser muy alargada en su país y fuera de su país también. "Hay mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que construir y mucho que ganar", como señaló con acierto el nuevo presidente norteamericano.

Hay que confiar en que el nuevo presidente restaure las alianzas tradicionales tan deterioradas durante estos últimos cuatro años y fomente el diálogo y el trabajo en común en el marco de las instituciones multilaterales internacionales, al objeto de ganar los numerosos desafíos globales que tenemos en común en Occidente y en Europa. Que desarrolle, en definitiva, un liderazgo transformacional y democrático.

Es necesario "democratizar la globalización". Es imprescindible que principios como multilateralismo, democracia, respeto entre los Pueblos, tolerancia, progreso social y liderazgo compartido vuelvan a conjugarse de manera efectiva. Porque las democracias debemos asumir la responsabilidad de organizar la globalización.

El mundo evoluciona con rapidez y las situaciones son distintas a las de hace unos años y décadas. Este nuevo contexto mundial habrá que encararlo de otra manera y con las reformas necesarias del multilateralismo. Resulta imprescindible hacer una apuesta nítida en favor de las instituciones multilaterales, que deben actuar más y mejor y tener como objetivo el respeto a la dignidad humana, la paz, el respeto y la concordia entre los Pueblos y la prosperidad económica, social, sanitaria, educacional y medioambiental.

En este marco, la Unión Europea debe ser capaz de promover su visión del mundo mediante sus valores y principios, así como, para ser más fuerte, profundizar en su arquitectura democrática y política interna caminando hacia una federalización pragmática y el reconocimiento de realidades políticas con voluntad y personalidad propia como la vasca.

Biden ha propuesto una Cumbre Internacional para la Democracia con el objetivo de renovar el espíritu y el propósito de los pueblos y naciones libres y competir ideológicamente contra los autoritarismos. Sabe que debe empezar por casa. La idea es buena. Debemos promover democracias inclusivas, evitando que diversos sectores se queden bajo la influencia de cualquier proyecto autoritario. Ampliar y profundizar en la democracia y dar respuestas integradoras y eficaces. Y, sobre todo, hacer de nuestros valores y principios democráticos el motor de la defensa de nuestros intereses.* Senador de EAJ-PNV