ON escasa frecuencia leemos artículos, generalmente firmados por personas involucradas en el Tercer Sector (fundaciones, ONGs, etc.), sobre las desigualdades cada vez más acusadas entre los pudientes y los pobres, entre el Norte y el Sur, en el África subsahariana, sudeste asiático, amplias zonas de Centro y Sudamérica, etc. Y lo curioso es, que estas desigualdades crecen en los períodos de crisis de variado signo: conflictos armados, debacles financieras, pandemias... que con demasiada frecuencia nos visitan.

Parece claro que el dinero se ubica rápidamente donde se percibe una mayor rentabilidad y esto no estaría mal si dicho rendimiento tuviera un reparto más justo. De los países subdesarrollados se dice que no están preparados para gestionarse a sí mismos y que sus élites se quedan con la parte gorda de su pobre PIB. No suele comentarse el background histórico y el impacto de la intervención de intereses llamados occidentales en su paupérrima situación actual.

Pero ahora resulta que el país más poderoso de la Tierra sufre también grandes convulsiones sociales y políticas. Estados Unidos es el país con las mejores universidades del mundo (Yale, Harvard, Princeton...), con los centros tecnológicos más avanzados (Silicon Valley, Salt Lake City...), con un PIB (19 billones de euros) superior a la suma del conjunto de los PIB de los países de la Unión Europea (14 billones de euros); y con una renta per cápita (58.000 euros) que casi duplica la media europea (32.000 euros). La población de EE.UU. es de 330 millones y la de la Unión Europea de 447 millones (estas cifras ya excluyen al Reino Unido).

Hasta ahora, las convulsiones sociales en Estados Unidos provenían de las minorías: afroamericana (53 millones), hispanoamericana (40 millones) e indios americanos (4,1 millones); pero ahora resulta que el problema viene del blanco "desatendido". El voto a Trump se decía que provenía del Midwest, pero al haber conseguido 232 escaños (80 millones de votos) contra los 306 de Joe Biden, se ha demostrado que el voto ha venido de todo el extenso país, lo que ha dado a Biden una cómoda mayoría en el Congreso pero no en el Senado que ha ganado por escasa diferencia.

¿Cómo es posible que Donald Trump consiga ese número de votos después de cuatro años de su nefasto mandato? Ha deteriorado las relaciones de su país con China, con la Unión Europea, Canadá y con Mexico y su tristemente famosa frontera. Su promesa de iniciar en el país importantes infraestructuras que generarían millones de puestos de trabajo ha quedado en agua de borrajas. Redujo impuestos a grandes empresas y particulares cualificados, anuló las normas aprobadas por su antecesor, Barack Obama, para la recuperación del medio ambiente, redujo el llamado Obamacare como seguro social para pobres y enfermos, y un largo etc.. ¿Hay quien pueda creerse que Trump pretendiese mejoras en los estratos sociales más bajos de la sociedad norteamericana? Hay también voces, no podía ser menos, que reclaman sus resultados positivos; y seguramente los habrá habido: los fondos de inversión, en general, se han visto beneficiados.

Muchos millones de sus compatriotas le acaban de votar. ¿Por qué? Populismo puro y duro; fenómeno que viene avanzando en el mundo, especialmente en su versión de derechas, apoyados para más inri por sectores sociales bajos: los "no atendidos". ¿Qué está pasando? Parece no haber duda de que el sistema tradicional de reparto de poder entre los partidos al uso (liberales, demócratas cristianos, socialdemócratas, etc.) está haciendo aguas hace décadas. Se impone el neoliberalismo que con sus poderosos lobbies somete fuerte presión a las instancias políticas que ceden a sus demandas. Los gobiernos sí que intervienen en el proceso económico, pero siguiendo indicaciones de los poderosos lobbies. Por algo decía el premier británico Tony Blair (missing a raíz de su intervención, junto con Bush y Aznar, en Irak) que los gobiernos, fuesen del signo que fuesen, tenían poco margen de maniobra.

Oímos a amigos científicos que "el mundo mejora en capacidad de compra con el paso de los tiempos, la esperanza de vida aumenta..." y aunque cierto habría que concretar que solo para algunos. Por otra parte, la mejora en la expectativa de vida está muy bien siempre y cuando vaya acompañada de calidad de vida. Con todo, no podemos obviar el gran avance tecnológico, pero ello queda también limitado a los que podemos pagarlo. Tenemos ahora un magnífico ejemplo con la covid-19: la comunidad científica, de forma insólita, ha preparado la vacuna en menos de un año. ¿Y qué pasa con el Ébola que lleva campando por el África subsahariana desde hace décadas? La respuesta es sencilla, la vacuna de la covid-19 tiene fuerte demanda solvente mientras que la renta de los subsaharianos no da para que los laboratorios arriesguen un dinero de dudosa rentabilidad.

Dicen que esta pandemia nos hará concienciarnos para ser más solidarios y es posible que en alguna medida sea así, pero ¿será suficiente para contrarrestar el poderoso imán del dinero, que hasta la fecha solo ha buscado su máxima rentabilidad sin fijarse en los daños colaterales? Leyendo la síntesis de las encíclicas Laudatu Si,Fratelli Tutti y Lumen Fidei del Papa Francisco (no teman, sirven también para agnósticos) que, por cierto, han tenido limitadísima difusión, se entienden con claridad las necesidades reales del mundo de hoy. En ellas se explica la necesidad de un mundo mejor cuidado ecológicamente, se habla de la codicia y de la necesidad de encuentros entre poderosos y débiles, del pecado de omisión de los "bien alimentados"... Se aboga para que todos tengamos acceso a la educación, a la salud pública, a la vivienda, al trabajo€ Y, seguramente, esta será la única fórmula para evitar convulsiones sociales y sus graves consecuencias, lo mismo en Yemen que en Washington.

* Derandein Fundazioa