El responsable de la OMS del coronavirus en Europa, David Nabarro, pidió a mediados de octubre evitar los confinamientos como medida principal de control de la propagación del covid-19. "Nosotros, en la OMS, no abogamos por los encierros como el principal medio de control de este virus", dijo. Para la OMS, el confinamiento no debe ser la estrategia principal, salvo en un primer estadio y para tener tiempo para prepararse para el futuro.

Los gobiernos de muchos países, incluyendo al nuestro, deben hacer autocrítica y ver si realmente han reforzado lo suficiente el sistema de salud desde primavera para una segunda ola, que desde el principio se sabía que era una posibilidad. No es de recibo cargar toda la responsabilidad en el comportamiento de la ciudadanía. En casi todos los países de nuestro entorno están subiendo los casos de infectados y en ellos la vida social no es la misma. Incluso los países con la ciudadanía más "responsable" ven crecer los contagios.

Probablemente, el alto aumento de los contagios se deba a causas en las que los ciudadanos no pueden hacer nada, como el cambio de las condiciones ambientales con la llegada del otoño y del invierno. Estos cambios, a su vez, nos hacen pasar más tiempo en sitios cerrados en los que, pese a mantener las medidas de mascarilla, lavado de manos y distancia física (que no social), la probabilidad de transmisión del virus es mucho mayor que al aire libre. Es cierto que los gobiernos tampoco pueden hacer nada ante la llegada del otoño y el invierno, pero desde primavera sí que han tenido tiempo para reforzar sus sistemas de salud, contratar más rastreadores, etc., de forma que el riesgo de colapso sanitario estuviera lo más lejos posible.

Con las medidas que se están tomando desde verano (obligatoriedad de mascarilla en cualquier lugar, confinamientos perimetrales, toques de queda...) no parece que la evolución de la enfermedad se controle lo suficiente. Probablemente porque no todas las causas de la alta transmisión son controlables y tal vez ni estén suficientemente estudiadas.

Con esto, parece que la siguiente estrategia de los gobiernos pasa por nuevos confinamientos generalizados. Está claro que si nadie sale de su casa durante mucho tiempo el virus no puede transmitirse de manera importante. Pero, ¿esto hace que el virus desaparezca? Probablemente, no; porque está en todo el mundo, no solo en una zona. Habría muchos menos contagios, sí, pero seguiría habiéndolos entre la gente que debe seguir trabajando en servicios sanitarios y en otros servicios esenciales. Y mientras haya contagios el virus no desaparece. Incluso aunque desaparezca de un territorio, volverá tarde o temprano en cuanto llegue gente de otros lugares. Así que al terminar el confinamiento volveríamos a empezar: más gente en la calle, más movilidad, más contactos, más infectados, más hospitalizados, medidas más duras y nuevo confinamiento. ¿Esto es convivir con el virus, como nos dijeron que debíamos aprender a hacer?

Desde el principio, los expertos nos han dicho que el virus ha venido para quedarse. El problema es tener las infecciones bajo control para que el sistema sanitario no colapse durante el tiempo necesario para que buena parte de la población tenga anticuerpos y se desarrollen tratamientos y vacunas eficaces. Esto puede llevar años y no podemos estar años confinados. Hay que pensar en estrategias diferentes. La primera es reforzar el sistema sanitario para que su colapso quede lejos, lo más lejos posible. No he leído en ningún sitio que en España o en Euskadi se hayan multiplicado las plazas hospitalarias y las camas UCI en gran medida. Solo leo que las personas no cumplimos las normas y que la responsabilidad es nuestra, como si dotar al sistema sanitario de más recursos dependiera directamente de no ir a un bar con amigos.

Hace poco leí un artículo sobre otras estrategias para hacer frente a la pandemia que proponen un grupo de expertos. Esta estrategia pasa por proteger a los más vulnerables ante el virus, aislándolos, y que el resto de la población haga vida más o menos normal con las medidas de protección que ya usamos. De esta forma no habría un número muy alto de ingresos en hospitales, porque la mayoría de los infectados no tendrían síntomas muy graves, y así la población iría haciéndose inmune frente al virus mientras la ciencia desarrolla las vacunas y los tratamientos. Al final, el covid-19 sería una enfermedad más de las muchas que padece el ser humano.

Pero, ¿es ético aislar a los mayores (que son el grupo vulnerable más numeroso) para que la vida de los demás siga más o menos como la conocemos? No lo sé. Probablemente, no. Es como el Dilema del tranvía de Philippa Foot pero a gran escala: Un tranvía sin frenos se dirige a una vía en la que hay cinco personas. No se puede detener el tranvía ni se puede sacar a tiempo a esas cinco personas, que morirán atropelladas. Solo se puede activar una palanca para desviar el tranvía a otra vía en la que solo hay una persona. Si activas la palanca, muere una persona. Si no la activas, mueren cinco. ¿Activarías la palanca? Es difícil dar una respuesta que sea éticamente válida. Si no hago nada, seguramente no me sentiré responsable de la muerte de esas cinco personas, pero si activo la palanca es difícil que no sienta que he matado a una persona en lugar de sentir que he salvado a cinco.

En el caso del covid-19, seguramente habrá otro tipo de estrategias más éticas que también se podrían usar. El objetivo ha de ser salvar ahora todas las vidas que se pueda sin que los países se vean abocados a una crisis económica demasiado grande con todos los problemas asociados, que no son solo económicos, sino también de pérdida de salud de la población a largo plazo al tener menos dinero para invertir en sanidad.

* Profesor de la UPV/EHU