UNA de las características de los resultados de las elecciones electorales es que ganan todos. Basta interpretar la estadística según interese y ya está; siempre existen diferentes consuelos: “En la situación en la que estábamos podía haber sido peor”, “los otros no han subido tanto como se esperaba”, “hemos tocado suelo, ahora ya solo podemos mejorar”, “lo importante no es ganar las elecciones; es tener la opción de gobernar”. Como comentarios, valen todos. Como realidad, basta observar el lenguaje no verbal. Ese no engaña. Y en el caso de las últimas elecciones generales, la conclusión está clara: han perdido todos. Todos menos uno: Vox. No obstante, si sufre un cordón sanitario por parte del resto de partidos (independientemente de que esa estrategia se valore como adecuada o no) su influencia es menor que la de los votos obtenidos. En fin, salvo sorpresa enorme, esto nos lleva a un escenario de ingobernabilidad perpetua.

Por desgracia, no solo se interpreta la realidad electoral bajo interés. En estos casos, pese a la demagogia, es difícil engañar: siempre es mejor subir escaños que bajarlos. Punto. Pero, claro, hay más posibilidades. Es habitual disfrazar unas cifras, ocultar otras y reinterpretar todas.

Hasta ahora el récord de la caradura, si se me permite la expresión, lo tenía María Dolores de Cospedal. Cuando se demostró que el PP había realizado un pago a Luis Bárcenas, ella dijo que no era cierto. El pago, a su entender, era un “sueldo en diferido”. Y se quedó tan ancha. Alguien que se permite decir una cosa así y se queda tan feliz tiene ya la mentira interiorizada por bandera.

En todo caso, ha salido un aspirante a lograr el récord de la caradura al describir una situación: José Luis Ábalos. Sus interpretaciones son tan absurdas que merecen ser repetidas y, lo mejor, tomarlas a risa. En la vida, unas veces toca llorar. Se llora. Otras reír. Se ríe. Sin embargo, a veces podemos elegir reír o llorar. En ese caso, es mejor la primera opción, aunque solo sea por motivos de salud.

La cuestión es que recientemente salieron unas estadísticas de paro y el desempleo había subido. Eso sí, se debe indicar un matiz matemático de interés. La operación que realizamos es número de desempleados entre la población activa (aquellas personas que desean trabajar y no pueden hacerlo). Vamos a verlo con un ejemplo. En un país hay 150 personas, de las cuales desean trabajar 99. De estas, están empleadas 75. En consecuencia, están desempleadas 24. Tasa de paro: 24 dividido por 99. Un pelín más de un 24%. Supongamos que una persona se apunta a las listas de desempleo: ahora la población activa pasa a ser de 100. Las personas trabajando siguen siendo las mismas: 75; pero ahora tenemos un desempleado más que hace el total de 25. En este caso, la tasa de paro es de un veinticinco por ciento, ya que tenemos 25 (desempleados) dividido entre 100 (población activa).

En conclusión, puede que haya más personas trabajando y el desempleo suba. ¿Cómo se explica? La población activa lo hace en mayor proporción.

Eso son los números y, aunque parezca mentira, esta ha sido la explicación de Ábalos relacionada con la última tasa de paro. Como ellos lo hacen muy bien en el gobierno (bueno, en el gobierno en funciones), las personas se apuntan a las listas de desempleo esperando una próxima llamada para entrar a trabajar cuanto antes. Sin duda, es un hito histórico: es el primer dirigente político que celebra una subida del paro como un éxito rotundo de su gobierno.

Pero no se vayan todavía, hay una más. Vox subió en las elecciones del 10-N de 24 a 52 escaños. Más del doble. Se convirtió en la tercera fuerza política de España, adelantando de forma sorprendente a Unidas Podemos y Ciudadanos. Aunque sea una perogrullada, esos escaños vienen de otros partidos. Un éxito rotundo. ¿Seguro? Claro que no. Aparece de nuevo Ábalos para decir que el éxito rotundo es de su partido: han logrado frenar a la ultraderecha. Un gran mérito, ya que entre el PSOE y Unidas Podemos logran 155 escaños (ese número me resulta familiar) y PP, Vox y Ciudadanos logran 140. Lo comentado anteriormente: entre reír y llorar, lo mejor es reír.

Los números no engañan, aunque a los que engañan les gustan mucho los números. Todos tendemos a acentuar unos hechos, atenuar otros. Es parte de la condición humana. Pero debemos ser cautos cuando oímos cifras para expresar la realidad. Deben ser de fuentes fiables, ya que muchas veces se inventan. Debe ser el indicador estadístico adecuado: muchas veces nos dan medias cuando deberían ser medianas. Y debemos recordar, respecto de los números, un dicho del francés Idriss Aberkane: “La vida puntuada es a la vida real lo que el caballo de madera al caballo de verdad”.