ES preocupante el oscuro panorama que ofrece hoy la clase política. Para comprobarlo, basta ver y oír a ciertos dirigentes de algunas democracias de Occidente. Y no son casos aislados, el mal es general y se manifiesta también en nuestro país. Se trata sobre todo de un problema humano, los partidos pintan muy poco y son solo cajas de resonancia del respectivo líder, que tiene internamente poder absoluto. Pero si el líder no vale para gobernar, tampoco su organización. Así que el problema está en las personas que elegimos más que en las marcas políticas que les arropan.

Por lo que sea, muchos políticos de esta segunda década del siglo XXI compiten en demostrar un populismo mediático vacío y estéril, como si su escuela de formación política hubiera sido un Gran Hermano para futuros “líderesos y lideresas” de pacotilla y como si su conocimiento del mundo procediera de los chismes y maledicencias de un Sálvame deluxe a su medida.

Con semejantes mimbres no son de extrañar las carencias e incapacidad de muchos dirigentes. Eso sí, su ambición y su voluntad de perpetuarse a cualquier precio en el poder es manifiesta. No voy a poner nombres, los ejemplos más conocidos dentro y fuera de nuestro país están en la mente de todos. Incluso algunos parecen compartir peluquero y esteticista.

Ante todo esto, ¿podemos hacer algo los electores? Sí: cambiar las razones por las que votamos a nuestros futuros dirigentes (insisto, los partidos pintan muy poco, la clave son las personas). Debemos olvidarnos de lo que hasta ahora hemos dado por bueno y realmente no lo es y elegir con nuevos criterios. Lo primero, sabiendo descartar lo que no vale.

Debemos rechazar los candidatos que son meros productos de marketing, todos cortados por el mismo patrón, casi siempre de aspecto juvenil, con o sin barba, que repiten discursos intercambiables pero vacíos, y que lo mismo sonríen a un niño que a una vaca. Se presentan como los “aires nuevos” de la política, pero realmente son solo humo.

Debemos pasar de los políticos mediáticos y televisivos de fácil verborrea, que hoy nos dicen una cosa y mañana su contraria si con ello creen que ganarán votos. Siempre nos sonríen y nos mienten con convicción. Son un residuo de la vieja escuela, recubren con palabrería sus carencias y no tienen criterio ni palabra.

Debemos finalmente rechazar a los demagogos populistas, siempre dispuestos a prometernos la luna, a no darnos luego más que discursos justificativos culpando a terceros de sus fracasos y acabar arruinando nuestra hacienda mientras benefician la propia. Se presentan para barrer “lo antiguo”, pero no son más que otra nueva casta que pretende vivir a nuestra costa.

Y debemos elegir bien. Necesitamos políticos formados, quizás gente más gris y aburrida, menos simpática y “televisiva”, pero gente que plantee los problemas y su resolución con sentido común. Necesitamos políticos que no piensen solo en como ser reelegidos dentro de cuatro años, que gobiernen para el presente y que se olviden de su futuro personal. Necesitamos dirigentes preparados, no dogmáticos, que no crean tener de entrada todos los datos y todas las respuestas, que sean abiertos, dialogantes, eclécticos y con sentido común.

En resumen, necesitamos nuevos Cicerones. Casi nada. ¿Y cómo encontrar a los nuevos Marco Tulio de nuestros días?

Quizás debemos buscar en la política a la gente razonable y aburrida, la que no se dedique a inventarse algo cada semana para mantenernos mediáticamente entretenidos y desviar nuestra atención mientras no resuelve nada en realidad. A la gente que no pretenda, ante cada problema y en vez de resolverlo, crear eslóganes huecos y nuevos palabros para despistar al personal.

Necesitamos en nuestra política y en nuestras instituciones líderes que no pretendan de entrada tener las soluciones sobre cualquier asunto y el análisis correcto y único del mismo, aunque no tengan en realidad el más mínimo conocimiento serio al respecto. Seguramente serán mucho más aburridos en los medios de comunicación que las actuales prima donnas y sus rifirrafes, pero serán mucho más eficaces.

Y habrá que buscarlos pronto si no queremos seguir por muchos años con el triste panorama actual.