OBSERVO con desasosiego que me identifico con uno de los pocos filósofos vivos que nos queda, el italiano Gianni Vattimo, cuando opina “lo único que espero es morir antes de que reviente todo”. Le falta solo añadir que revienta el planeta, la política, la calidad de los políticos, la coherencia, la verdad, los valores de la sociedad y la propia sociedad. Desmoraliza echar un vistazo al panorama actual. Desmorona observar esa política líquida repleta de dirigentes insulsos desprovistos de los valores ortodoxos, que funcionan solo a golpes de impulsos, de eslóganes prefabricados por sus expertos en marketing, pero alejados de la necesaria altura de miras que cabe exigirles.

Así, contemplamos el esperpéntico sainete ofrecido a la hora de negociar gobiernos, sean de Madrid, Murcia o España, en los que puede darse al final cualquier resultado por muy incomprensible e ilógico que pudiera resultar.

Es bien sabida mi opinión crítica con esa política actual, especialmente con los dirigentes que nos ha tocado sufrir. Pero lo es aún más si nos referimos al ámbito de la izquierda en la que me encuadro. Me da igual PSOE que Podemos, ERC o Bildu; Sánchez, Iglesias, Rufián u Otegi. Todos ellos transitan por una peligrosa indefinición que resultaría incluso cómica si no nos jugáramos tanto.

El lamentable espectáculo que están dando en lo referente a la investidura de Pedro Sánchez es ya de récord. No se puede entender que, teniendo los números asegurados, se empeñen todos en marear la perdiz transitando peligrosamente por el borde del abismo. Desde que esta nueva chavalería llegó a lo más alto de la representación política, las normas clásicas han saltado hechas añicos. Ya no existe coherencia, ni seriedad, ni respeto a la palabra dada; y la sociedad observa entre aturdida e indignada el lamentable espectáculo que están dando. ¿Nos llevarán al abismo?

El cálculo tacticista ha sustituido al estratégico, a lo que antes se conocía como posición de Estado. Entre otras cosas porque nuestros dirigentes tienen de estadistas lo que algunos de cura; nada. Así Sánchez mira las encuestas que el gurú Iván Redondo le pone sobre su mesa, salivando por el posible crecimiento que éstas le dan al PSOE mientras que Iglesias se paraliza ante justo la posibilidad contraria. Como un mal jugador de mus, ha echado órdago a juego con 33 y además su cara desencajada le desenmascara. Ha tirado el farol en el momento erróneo. Pero, como en el cuento de la lechera, se puede dar la circunstancia de que en unas nuevas elecciones, efectivamente como asegura el otro gurú, Tezanos, el PSOE suba y Podemos baje pero la suma vuelva a ser la misma. Y para ese viaje no se necesitan alforjas.

Ese siniestro 10 de noviembre se podrían encontrar con una sociedad cabreada por la tomadura de pelo que haga palidecer ese fantástico 76 % de participación del pasado 28-A. Especialmente, el electorado de izquierdas, mucho más sensible ante este tipo de cuestiones y ya sin el temor del “que viene Vox” de aquella cita electoral. Sánchez, y con él toda la izquierda, podría llevarse la sorpresa de que esta vez las tres derechas sumen.

Por todo lo expuesto, la respuesta a la pregunta inicial es sí. Sí que son tan insensatos, Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, de llevarnos al fondo del abismo para unos cuantos años. Así que quisiera lanzarles un angustioso llamamiento. Que se pongan de acuerdo, que se sienten a negociar hasta que apunten los primeros rayos del día, que dejen pelos en la gatera, busquen puntos de encuentro con generosidad y altura de miras. Pero que no nos lleven al callejón sin salida impredecible de unas nuevas elecciones. Las gentes que os han votado no se merecen este espectáculo, ni el riesgo suicida de esa nueva cita electoral. Porque a veces a éstas las suele cargar el diablo y sería terrible que tirarais por la borda el activo que se os ha concedido.

Pero, no sé si cambiando de tema, quería dedicar una parte de esta reflexión a un episodio que nos ha convulsionado: la entrevista que el martes 25 de junio TVE hizo al dirigente de EH Bildu, Arnaldo Otegi, activando la caja de los truenos.

En España nunca se ha sabido tratar un tema tan delicado como el terrorismo con altura de miras. Ahora que se habla mucho del relato, no hemos sido capaces de tratarlo con sinceridad, generosidad, sin tapujos ni manipulaciones. Se ha utilizado como arma arrojadiza contra el otro, sin ni siquiera ver a ese otro. Y quienes han vivido en primera línea de fuego esa larga y dolorosa experiencia, observan entre perplejos y escandalizados cómo todo el mundo se permite hablar sin pudor, y lo que es peor sin conocimiento, de lo que tanto dolor nos costó. Se permiten también interpretar, opinar, la mayoría de las ocasiones desacertadamente, como perfectos papanatas. Se ignora y manipula la verdad y poca gente se atreve a exponer lo que realmente pasó sin miedo al linchamiento. Si te sales del guión establecido, eres lapidado en la plaza pública. Falta coraje.

Conozco a Otegi hace muchos años, hemos estado en orillas diferentes y confrontadas, a menudo muy confrontadas, tenemos diferentes ideas, especialmente sobre la cuestión identitaria, independentista, aunque también tenemos elementos en común y no me sale urticaria al decirlo. Pero a pesar de ello le reconozco el trabajo que durante los últimos años ha hecho en el seno de la izquierda abertzale para abandonar a ETA y su violencia estéril y conducirles hacia un funcionamiento democrático.

Porque existe una realidad incuestionable, que a ETA no solo se la podía derrotar con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, con la justicia y la colaboración internacional, elementos estos imprescindibles. Hacía falta un elemento más, desde dentro, y ahí Otegi fue una figura imprescindible. Él y quienes impulsaron la iniciativa Bateragune en el seno de la izquierda abertzale fueron capaces en una hábil y arriesgada maniobra de llevar a la propia ETA y a un sector de su gente a que se abandonara la violencia y el apoyo a la misma.

Por eso, conviene ir planteando que Otegi es el líder de un grupo político legal, legítimo, al que apoyan miles de ciudadanos vascos, con el que se puede y se debe hablar, negociar y pactar. Otra cosa es que algunos creamos que debería pasar ya a un segundo término, porque esa decisión sería beneficiosa de cara al futuro, pero ese es otro debate.

La culpa de que se creen estos conflictos la tiene el temor del PSOE, avasallado por la derecha y las víctimas de ETA, para hablar con naturalidad de estas cuestiones. Esos sectores han ganado hasta ahora la batalla del relato, por eso ahora se debe intentar corregir ese error, porque de lo contrario seguiremos acomplejados y acobardados sobre un tema tan complejo.

Durante mucho tiempo se habló con ETA, con la IA, estando en el gobierno el PSOE y el PP. Se habló, se negoció, se acordó y no hay que tener miedo a decirlo, a contarlo todo, porque probablemente eso hizo que se evitara mucho más sufrimiento. La sociedad española tiene derecho a saberlo, a saber toda la verdad, porque así tendrá una visión global, real y sincera de lo que ocurrió. Doce años tuve que soportar tener que ir acompañado por dos escoltas para que no me mataran y en dos ocasiones estuvieron a punto de hacerlo. Por eso puedo hablar desde el conocimiento y la legitimidad. ¿Dónde estaban en los años de plomo algunos de los que ahora chillan? Pero no me dejé llevar por la rabia y mucho menos por la venganza. Durante esos años vi al otro, su sufrimiento también, analicé sus razones, incluso las irracionales, me comuniqué, intenté puntos de encuentro para acabar con la sinrazón. Allí me encontré con Otegi en el instante de su tránsito, también mucho antes con otros de su orilla, como Patxi Zabaleta, por eso creo que la sociedad española tiene derecho a saber esa parte del relato.

El escándalo montado con la entrevista a Otegi no tiene ningún sentido a día de hoy y solo se puede explicar desde el intento de utilización espuria de los años de violencia sufridos. O el PSOE y su líder no se achantan y actúan de manera valiente en este asunto o esa batalla del relato la perderá de manera definitiva.