FUE un acierto de Eudel recordar el cuarenta aniversario de las primeras elecciones municipales tras la larga dictadura. En un país con poca memoria institucional, reconocer el trabajo de los demás no suele ser lo usual. Honrar, honra. Verles a aquellos veteranos, los que quedan, siendo protagonistas del aplauso de los presentes, después de haber sido los limpiadores de tantísima suciedad acumulada durante el franquismo, fue muy importante. Enfrentarse a ayuntamientos con olor a batracio muerto sin medios y sin la menor experiencia, con una ETA que en 1980 mató a una persona cada tres días y con una HB que quería en cada pleno obstruirlo todo con su irracional contrapoder, es de gente vocacional, palabra hoy de poco uso. Quienes escatiman reconocer el trabajo de los veteranos no se dan cuenta de que a ellos les pasará lo mismo porque la juventud desaparece, que arrastrarán los pies y les temblarán las manos como a nuestros meritorios ediles. Ojalá volviéramos a recuperar el respeto a los ancianos y a la gente de bien. Dicen que las sociedades funcionan cuando los ancianos plantan árboles sabiendo que no van a estar bajo su sombra.

Aquel año 1979 fue un año clave. Fue el de la aprobación en referéndum del Estatuto de Gernika, con elecciones municipales y generales, como ahora, en un mes, fue también el de la ausencia del PSOE en el Aberri Eguna tras años participando, del regreso del lehendakari Leizaola y de la lucha parlamentaria en Madrid. Xabier Arzalluz, entonces portavoz del Grupo Vasco en el Congreso, en Sukarrieta y ante la tumba vacía de Sabino Arana, decía en noviembre de ese año: “El triunfo de Sabino no se limita a los textos jurídicos. Tres diputados generales, tres alcaldes de capital y la gran mayoría de los municipios de Euzkadi están presididos por jelkides del partido de Sabino. Su partido es el más fuerte. Su idea está presente por medio de sendos grupos parlamentarios en el Congreso y Senado de Madrid. Sus postulados fundamentales de nación, territorio, bandera, himno y lengua se han impuesto como realidades consumadas en el interior de Euzkadi y reconocidas fuera de su ámbito. Estos son los triunfos de Sabino. Después de setenta y seis años. Que no son sino un soplo en la historia de un pueblo milenario. Y, de cara al futuro, la posibilidad jurídica de ir haciendo efectivos los derechos que al pueblo vasco ‘como tal le corresponden en virtud de su historia’. Falta mucho por hacer realidad el sueño de Sabino. Pero lo fundamental está hecho. Las bases están marcadas. El resto depende de nosotros. Sabino Arana sentó las bases con su enunciado Euzkadi es la Patria de los Vascos”.

Eso fue dicho en 1979. Enaltecía a Sabino como creador del nacionalismo y señalaba que éste no había nacido en 1960 con Txillardegi, Julen Madariaga o Benito del Valle, como se pretende ahora desconociendo todo el inmenso trabajo desarrollado por el PNV. Han pasado 40 años. EAJ-PNV posiblemente recuperará el 28 de abril los seis diputados que tenía antes de su división, en 1986, y mantendrá el esquema de presencia en diputaciones y ayuntamientos dicho por Arzalluz porque, sobre todo, tiene tras de sí una obra colosal que no valorará nadie si no lo hacemos nosotros. La recuperación del Concierto para Gipuzkoa y Bizkaia, el logro de un magnífico Estatuto que está sin cumplir “porque es demasiado bueno y si se cumple los catalanes piden lo mismo y se rompe España”, como han dicho en cualquier negociación, y todo hecho con paso de buey, ojo de halcón, diente de lobo y a veces cara de bobo. Hecho con mucha constancia, paciencia, mirada larga, sentido de la jugada y aguantar a los que decían (y dicen) que se está en Madrid “traicionado la Patria Vasca” y con solo cuatro lentejitas en el plato.

En 1986 fuimos a Madrid con este lema: ”Presencia y Fuerza de Euzkadi en Madrid”. Nuestro eje de actuación ha sido siempre el mismo. Recuerdo cuando, en noviembre de 1990, fue Jon Idígoras al Congreso en viaje de 24 horas a montarle una bronca a Felipe González. Tras su intervención, estaba en la última fila, centro de una tensión que cortaba el aliento. Y fui a donde se encontraba a saludarle. “Iñaki, deja este antro, estar aquí no sirve para nada, la política hay que hacerla en Euzkadi”, me dijo con contundencia poniendo un rictus en una cara donde sobresalían sus bigotes chorreados. ”Te equivocas, Jon. Si queréis ser algo en Euzkadi, terminareis viniendo aquí. El lehendakari Aguirre decía que si nos invitan a un congreso de bomberos, hay que ir. Y más aquí, donde todas las leyes afectan a Euzkadi. Cada alubia vasca se cuece aquí”, le respondí. “Sí, pero estos no son bomberos, son pirómanos”, me contestó.

Aquello fue un poco sicodélico, como sicodélico es que ahora los herederos de aquella HB acudan con todos los hierros a ese “antro” y pretendan además dar lecciones políticas a un partido que actúa en Madrid como Grupo Vasco y lleva en el Congreso desde 1917 diciéndonos cómo hay que negociar cuando acaban de votar en contra de los presupuestos de Sánchez. Que lo hagan quienes consideran que la expresión “matar fue injusto” es impronunciable, quienes envían un telegrama de felicitación a Trump y van a la toma de posesión de un sátrapa como Maduro.

Siempre recuerdo lo que nos contaba Irujo que le hizo a Areilza cuando éste, después de haber sido un franquista redomado, daba clases a los exiliados sobre como tenía que ser la transición. Sacó fotocopias a su ominoso discurso de julio de 1937, lo repartió y dijo aquello de “¡los conversos ¡a la cola!”. Coloquialmente, hay que decirle a Otegi y sus profesores de democracia aquello de “¡Tarde piaste pajarito!” sin dejar de reconocer que tienen todo el derecho a rectificar pues solo cuando lo hacen, aciertan.

Arnaldo Otegi, mientras el PNV se fajaba en 1979 por un Estatuto de diez, seguridad social incluida, formaba parte del comando que secuestró a Luis Abaitua, director de la fábrica Michelín de Vitoria-Gasteiz. Mientras el PNV estaba en la verdadera construcción nacional, ellos estaban centrados en su destrucción. Por eso hay que decirles que son bienvenidos a casa, pero que lecciones, las justas; sobre todo cuando nos dicen que lo primero que van a hacer será plantear el reconocimiento del derecho de autodeterminación, planteado hace 42 años por Ortzi como gran mantra. Me recuerda el cuento en que los conejos se quejaban de que por la noche eran cazados por las aves rapaces, uno apuntó como solución “hagamos que nos salgan plumas a las noches y nos dejarán en paz” y cuando la asamblea le preguntó cómo hacer eso, contestó: “Ah, no lo sé, yo soy un estratega, no un táctico”.

Otegi tiene todo el derecho a jugar a ser determinante, como dice, pero para eso debería abandonar el vértigo que le da pactar, algo inherente a la democracia. Pactar no es cambiar cromos, ni mercadear, sino hacer, por ejemplo, lo que hicimos en 1996 con Aznar y conseguir entre otras cuestiones la creación de Euskaltel, que ahora resulta que es la joya de la corona cuando denigraron ese acuerdo lo que no está escrito. Hasta Iker Casanova está tan irritado por la compra de acciones de Zegona que va a someter al Gobierno vasco a un tercer grado ante esta nueva situación. Haría mejor en condenar a ETA, como le pide cada sábado Eneko Andueza en Radio Euzkadi cuando Casanova le solicita que condene al GAL y el socialista lo hace pero Casanova curiosamente calla vergonzosamente. Por cierto, Arzalluz fue a la sede de Génova 13, no se le cayó ningún anillo, y siguió siendo el líder del nacionalismo vasco. Pero para eso hace falta tener cuajo e ideas claras.

Finalmente, no estaría nada mal que se homologaran como demócratas en la defensa de todos los derechos humanos. Fue penosa la superbronca de Julen Arzuaga en el Parlamento Vasco a Jusapol, pero eso no tiene el menor valor político sino hace lo mismo con los crímenes y abusos de ETA. Esa ley del embudo moral no es de recibo en democracia. Y todavía siguen sin darse cuenta.

Que no vengan hablando de superioridades morales. Cuando superen la adolescencia, se podrá hacer trabajo conjunto en toda Euzkadi, pactando las discrepancias y actuando con madurez en beneficio de fortalecer nuestro poder político. Mientras, solo cabe darles la bienvenida a un trabajo de hormiga de 40 años. Y cuando se pongan arrogantes, recordarles aquello de “¡¡Tarde piaste pajarito!!”.