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¿Dónde está David?

Dónde está David? O, para ser más precisos, ¿dónde estaría ayer David Cameron mientras toda la Unión Europa y el dividido Reino Unido miraban hacia Westminster para ver qué pasaba con el lío que el montó cuando decidió convocar un referéndum para la salida de la UE. De aquellos polvos con los que el líder conservador intentó evitar la fractura de su partido, estos lodos en los que esa formación está hecha unos zorros, en el país en el que cazar estos animalitos es algo tan tradicional, y controvertido, como lo de acuchillar toros en España. Si volvemos a la pregunta del inicio, ¿dónde está David?, podríamos convertirla en una paráfrasis del ¿dónde está Wally? que invita a encontrar a un personaje vestido de rojiblanco entre una multitud en los más diversos escenarios. El símil viene a cuento si dibujamos una campiña inglesa o una plaza de toros española en la que reunimos a cientos de políticos que a lo largo de la historia la han liado parda con decisiones que han sumido en el caos a sus países. Ahí, en una esquinita, podemos poner a David Cameron vistiendo un suéter con la Union Jack, y a ver quién es el listo que lo encuentra. Nuestro camaleónico David aparecerá sonriente, como si nunca hubiera roto un plato, al igual que el resto de los mandatarios y exmandatarios que le dan cobertura escénica. Aún no se ha escrito un código penal que pase factura a los políticos por sus despropósitos. Ni se escribirá; al fin y al cabo, los códigos penales los hacen ellos.