La temporada pasada fue muy mala, lamentable diría yo; desde el principio se puso en solfa la idoneidad de Kuko Ziganda para ocupar el puesto como entrenador del Athletic Club. El grito de “¡Kuko vete ya!” sonaba domingo sí y domingo también en San Mamés; aún reconociendo que no lo hizo bien, aparte de él habría otros culpables, ¿no? Pasó lo de siempre: acabó la temporada, el entrenador no continuó en su puesto y los jugadores se fueron totalmente de rositas a disfrutar de sus ¿merecidas? vacaciones. Esta temporada empezó con ilusiones renovadas, nuevo entrenador y cuerpo técnico, pero nos encontramos con más de lo mismo: a medida que pasan las jornadas, las sensaciones son cada vez peores. Estamos en puestos de descenso y el equipo, a la mínima adversidad, baja los brazos de una manera lamentable. ¿Y qué ha pasado? Lo de siempre: el entrenador, destituido y los jugadores, a pesar de muchas frases de autocrítica que quedan muy bien en los medios de comunicación, se vuelven a ir de rositas. ¿De verdad serán culpables los entrenadores? ¿No habrá que poner el foco en los que salen al terreno de juego? (Lo de salir a jugar sería faltar a la verdad). Lo del primer gol encajado en el partido contra el Levante es para hacérselo mirar: ¡cómo se puede defender tan mal una jugada! Los jugadores siempre se esconden detrás de los entrenadores para evitar las críticas, pero el abajo firmante les diría que se están quedando sin argumentos y no les queda otro remedio que dar un paso al frente y empezar a ganar partidos, porque si no, la segunda vuelta va a ser una locura. Los que ya tenemos una edad aún nos acordamos del bienio negro, ¿verdad?