‘Alimentar’ a las infraestructuras
Las grandes obras de ingeniería necesitan de una manutención y cuidado de su salud como si se trataran de seres vivos, para evitar que enfermen y colapsen arrastrando consigo a los ciudadanos que las utilizan
LA tragedia vivida el martes en la ciudad italiana de Génova, donde fallecieron varias decenas de personas al colapsar parte de un viaducto en una autovía, pone sobre la mesa varias incógnitas y algunas certezas sobre la concepción, ejecución y gestión de las infraestructuras viarias en aquel país, que deben servir también para una reflexión en otros lugares donde puedan estar desarrollándose similares dinámicas y cometiéndose los mismos presuntos errores. De entrada, hay que resaltar que todo el mundo coincide, desde los técnicos a los políticos y a los gestores de las empresas del sector, en que un episodio de este tipo no obedece a la casualidad ni al infortunio por azar. Como señaló a DEIA el decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del País Vasco, José Tesán Alonso, “esto no pasa de un día para otro” en una infraestructura vial. El viaducto que colapsó había sido objeto de críticas por parte de especialistas. Las grandes infraestructuras requieren de multimillonarias inversiones para su construcción, pero no se acaba ahí la necesidad presupuestaria. Se podría decir que se trata de animales vivos que precisan de una constante manutención y cuidado de su salud para que puedan seguir sirviendo a los ciudadanos con garantías. Y esta tarea de revisión y reparación es más necesaria aún en infraestructuras tan longevas como las italianas, muchas de ellas realizadas, además, en tiempos en los que no existían los avances técnicos de hoy en día. El peligro está en la búsqueda de una rentabilidad rápida por parte de instituciones o concesionarias, con ajustes en las partidas destinadas al mantenimiento que llevan a la anemia de la infraestructura y a su posible colapso, arrastrando con ella la vida de personas. En esa llaga está poniendo el dedo el Gobierno italiano y la fiscalía de aquel país, que apuntan a la empresa explotadora de la autopista. Esta, sin embargo, asegura que el viaducto estaba sometido a controles periódicos, sujetos a la normativa del país. A todas luces, sean por los unos (los controles) o por la otra (la normativa), algo ha fallado en el caso de Génova, y son ya cinco los puentes caídos en diversas regiones del país en los últimos cinco años. Nadie está libre de accidentes, pero seguimientos rigurosos y minuciosos de las infraestructuras como los que realizan las instituciones vascas, y que elogia el decano de los ingenieros, son el mejor camino para evitar este tipo de desgracias.