LA denominada Y ferroviaria vasca, el trayecto de tren de alta velocidad que une las tres capitales de la comunidad autónoma vasca y que a su vez conecta Euskadi con las líneas de TAV de la península Ibérica y con Europa dentro del eje prioritario de la UE, es un proyecto estratégico de país que sigue teniendo el compromiso firme de las instituciones implicadas en su materialización: Gobierno vasco, Gobierno español y Unión Europea. Hace apenas diez días, la consejera vasca de Desarrollo Económico e Infraestructuras, Arantxa Tapia, mantuvo una reunión en Madrid con el nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, en la que ambos renovaron su acuerdo y su compromiso con el impulso tanto al proyecto de la Y vasca como a las obras y a los proyectos relacionados con esta infraestructura. Tras unos años en los que la falta de compromiso de los gobiernos españoles, los efectos de la crisis y la presión terrorista de ETA llegaron a cuestionar si no el proyecto sí al menos sus plazos de construcción y puesta en marcha y, con ello, su viabilidad, en los últimos meses tanto el último Ejecutivo de Mariano Rajoy como el actual de Pedro Sánchez parecen implicados en dar el impulso necesario para que la Y vasca pueda estar por fin en marcha en 2023. De hecho, en los últimos meses los sustanciales incrementos en la inversión -fruto, en parte, de los acuerdos arrancados por el PNV en su negociación con el Gobierno español- y los avances en los tres sectores del Nudo de Bergara -punto clave para el enlace de la Y-, que han experimentado avances en forma de licitaciones y adjudicaciones -la última, el pasado jueves por parte de Adif- están dando consistencia real al compromiso entre las administraciones. La voluntad política parece imponerse a las dificultades. En este sentido, cabe destacar el decidido apoyo también de la Unión Europea al proyecto de la Y vasca. Aunque, de manera interesada y con una lectura torticera, algunos sectores han querido ver en el reciente informe del Tribunal de Cuentas de la UE una crítica al proyecto vasco y al ferrocarril de alta velocidad, lo cierto es que el texto no es sino una censura -muy dura- a la falta de compromiso de los Estados con la red ferroviaria europea. Justo lo contrario de lo que significa la Y vasca, que aporta un sentido pleno a la conexión para toda la UE para un medio de transporte limpio, seguro y necesario.