EL sentido práctico que destila la entrevista realizada por Catalunya Ràdio a Oriol Junqueras por escrito desde prisión retrata las necesidades presente de la política en Catalunya y, en buena medida, también los errores pasados. El exvicepresidente del Govern y líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) apela a la adaptación de la estrategia reivindicativa, constatada y sostenida desde las elecciones de diciembre mediante la sucesiva proposición de candidatos a president, a un nuevo escenario en el que la prioridad está centrada en gobernar, formar un Ejecutivo con respaldo suficiente para ser sostenible y no arriesgar el caudal de voto obtenido en una incierta contienda electoral anticipada. La perpetuación de la aplicación del artículo 155 no fortalece al soberanismo catalán. “No ganamos nada” con ello, según admite Junqueras, partidario desde hace semanas de afrontar una investidura viable y no solo un pulso por la imagen de Carles Puigdemont. La faceta internacional de la estrategia la puede seguir desempeñando el expresident porque el procedimiento de extradición en estudio ya ha situado un foco sobre la solvencia de las acusaciones y ha cosechado la atención buscada entre los medios europeos de mayor influencia y los órganos judiciales europeos. Limitar toda la estrategia a esa vía, dejándose por el camino la posibilidad de sacar a delante un gobierno puede acabar siendo la simiente de la pérdida de esa posibilidad en el futuro inmediato. Consciente de ello, el líder encarcelado de ERC reclama una reflexión que, en primer lugar, debe hacer suyo el grupo parlamentario de Junts per Catalunya propiciando una candidatura no recurrible. En esa tesitura, ni siquiera sería precisa la aportación, hasta la fecha rácana, de la CUP. Han costado meses de debates internos -sobre la cesión del voto, fundamentalmente- para obtener una mayoría suficiente que haga innecesario el voto de la CUP y baste su abstención. La misma con la que bloquearon el mes pasado la elección de Jordi Turull. Hoy no son precisos esos cuatro votos para investir un president, aunque lo puedan impedir. Pero el coste político de esa decisión sería superior para la CUP del que lo ha sido su arrogancia. Quedará luego el reto de gobernar en minoría -sin la CUP o los comunes-, pero es hora de ofrecer soluciones.