LA masiva respuesta, en Euskadi -como en Melbourne, Islamabad, Hong Kong, Londres, Minsk, la saudí Jeddah, Seúl, Manila, Dhaka, Milán... y en ciudades de hasta 170 países- a la convocatoria reivindicativa de la igualdad y los derechos de la mujer con motivo del 8 de marzo ha logrado el objetivo de visualizar la unidad y unanimidad femenina en torno a una reclamación histórica y sin embargo todavía pendiente bien entrado el siglo XXI. Tras la jornada de ayer queda poca duda de que la exigencia de un mundo paritario en el que el género no sea excusa de desigualdad supera ya fronteras, ideologías, etnias, regímenes políticos, religiones o clases sociales para convertirse en reclamación general de los 3.760 millones de mujeres (el 49,6% de la población) que habitan el planeta Tierra, aun si dicha exigencia se realiza en cada lugar con su propia naturaleza y en la medida de las distintas posibilidades. Entre nosotros, en Euskadi, con una rotundidad abrumadora. Las características de la reivindicación, la global y masiva respuesta femenina y feminista a la misma, muestran a la otra mitad de la humanidad, esos 3.830 millones de hombres, la necesidad de que tomen consciencia de su naturaleza -una naturaleza que aún mantiene en tantos ámbitos una situación de desigualdad carente de toda lógica- y de que debe seguir sobreponiéndose, con celeridad ahora, a la misma. Pero, además, las formas empleadas en la reivindicación muestran otro modo, el modo mujer, de hacer las cosas. Desde la convocatoria abierta tanto en horario como en procedimiento, las muy diferentes posibilidades de sumarse a ella, su carácter a un tiempo severo, porque debe serlo, en el fondo de la reclamación y festivo en las formas, hasta las multitudinarias pero a la vez sumamente cívicas concentraciones a lo largo y ancho del mundo... Convendría tenerlo en cuenta. Porque este 8 de marzo, 108 años después de que Clara Zetkin propusiera su celebración para reclamar el sufragio universal para las mujeres y 33 después de que la ONU institucionalizara la fecha como Día Internacional de la Mujer, ha constituido una lección que no solo fortalece la reivindicación femenina sino que muestra un método ante los problemas que antepone lo esencial, lo justo, a las diferencias (discrepancias incluso) tantas veces origen de la injusticia. De la de género y de otras.