LA celebración hoy, 8 de marzo, del Día Internacional de la Mujer, con una convocatoria feminista global como modo de visibilización de la relevancia de las mujeres en cualquier rol, sociedad, país y de denuncia de la desigualdad que soportan respecto al y por el género masculino también en cualquier rol, sociedad y país aun si esta se da con distintas intensidades, ha logrado inicialmente centrar y extender el debate sobre el machismo que impregna la actividad humana en el más amplio sentido del término actividad y en el más profundo significado de la condición humana. Al fin, parece admitirse que en casi todo y en casi todos los niveles se muestran dosis de desigualdad. También que solo es posible romperla preguntándose si la relación establecida (laboral, social, familiar, política, económica, deportiva, de ocio...) con una mujer es igual a la que se establecería en todos y cada uno de esos ámbitos de relación con un hombre, si la interacción con una mujer es en todos los casos igual a la interacción con un hombre, si el respeto a una mujer es en todos los casos igual al respeto a un hombre. Y no únicamente por parte de los hombres, origen de la desigualdad, pero no motor único de la misma. No se trata solo de denunciar la brecha salarial, que también, y plantarse contra ese 13% que, según la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), separa los salarios femeninos y masculinos a igual desempeño... sin la variante de los hijos. O, si se prefiere, los más de siete mil euros anuales de diferencia que el movimiento feminista ha calculado en Euskadi. No se trata solo de denunciar, que también, claro, el techo de cristal que impide la igualdad de oportunidades -las mujeres no llegan al 9% en los consejos de las empresas vascas- y promoción en el ámbito profesional; el rol histórico que comprime con obligaciones de relación familiar el horizonte de realización femenina. No se trata solo de denunciar, que también, por supuesto, y plantarse ante la violencia de género, sea cual sea su intensidad, que en Euskadi el pasado año denunciaron 4.020 mujeres y que ha costado la vida a medio centenar en los últimos 15 años. No se trata solo de denunciarlo y hasta de plantarse hoy, que también, sino de que ello ayude a cada hombre y cada mujer a interiorizar todos los días que el más mínimo ápice de desigualdad sobra, que la desigualdad es de género bobo, que forma parte de la estupidez humana.
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