VIENE siendo significativamente común en los últimos años que cada vez que se celebran unas elecciones en algún país europeo, el resto de estados y la propia UE contienen el aliento. Las consecuencias de la crisis económica y de las políticas de austeridad llevadas a cabo a su amparo, el auge del populismo y de la extrema derecha, de las opciones xenófobas que buscan cerrar sus fronteras a la inmigración y de partidos euroescépticos o directamente contrarios a la Unión están colocando a Europa ante una permanente espada de Damocles. Ocurrió hace cinco meses en Alemania, donde el triunfo del partido de Angela Merkel logró disipar algunos fantasmas, pero no todos. Y ocurrió ayer con los comicios en Italia, donde el regreso del inefable Silvio Berlusconi se percibe casi como un mal menor frente al posible caos. Finalmente, ayer Bruselas pudo respirar un poco más tranquila después de que las bases del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) decidieran por amplia mayoría (el 66%) dar su aprobación a la Gran Coalición con Merkel. El vacío de poder durante estos últimos cinco meses ante la imposibilidad de las formaciones germanas de alcanzar un acuerdo de gobierno había llevado la incertidumbre al seno de Europa. Esta decisión de los socialdemócratas, empujados por el riesgo cierto de colapso del país, supone un paso, por muy pequeño que parezca, en favor de la estabilidad que tanto demanda la UE y que tanto necesitan los estados miembros y la Unión como tal. No ha sido una decisión sencilla para el SPD, sumido en una profunda crisis tras los nefastos resultados obtenidos el pasado 24 de septiembre. De hecho, el presidente, Martin Schulz, anunció la misma noche electoral que no reeditaría la Gran Coalición. Pero el pragmatismo y la realpolitik -y la asunción por la CDU de sustanciales propuestas socialdemócratas- han impuesto, de nuevo, su ley. Con ello, Merkel llevará a cabo su cuarto mandato como canciller alemana. No lo tendrá fácil, ya que ambas facciones del Gobierno acceden al mismo debilitadas y enfrentadas. Y en el caso del SPD, divididas. La primera economía de Europa y adalid de la estabilidad tiene, por tanto, riesgo de escasa consistencia y ya hay quienes le auguran un corto recorrido al que sería último gobierno de Merkel. La política de Europa continúa muy agitada.
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