EN el arranque de la semana es preciso aplicar perspectiva sobre los acontecimientos recientes. En el día de ayer, San Mamés vivió con normalidad lo que solo debía ser un partido de fútbol. Así fue y del sentido común mostrado por la abrumadora mayoría de la afición del Athletic hay que extraer ejemplo. Un ejemplo que deberá permitir, para empezar, hacer acopio de madurez democrática para arropar, individual y colectivamente, a la Ertzaintza cuya mera existencia ya es un motivo para congratularse y cuyo ejercicio profesional en el día a día de este país permite, entre otras cosas, que se pueda expresar libremente la adhesión o la disidencia de opiniones. La seguridad es el primer estadio de la libertad. No hay modelo social o político que pueda sostenerse sin un entorno en el que se preserve la integridad de todos. Esa función la ejerce con solvencia la Ertzaintza; sus agentes, sus cuadros y sus gestores merecen verse arropados más allá de lecturas interesadas o acomplejadas. Obviamente, el primero de esos ejemplos corresponde a quienes conforman el entramado institucional del país, empezando por las fuerzas políticas; con aquellas que comparten responsabilidades de gobierno a la cabeza y, a partir de ellas, con todas las que entienden que la estabilidad institucional que nos permite actuar en democracia nos reclama un compromiso en primera persona. Que la discrepancia política no utilice los activos de todos como arma arrojadiza. El debilitamiento de la Ertzaintza como institución, o de la Educación -como vemos en el debate catalán- o de los servicios públicos como Osakidetza, no va en beneficio de nadie. En los últimos días, se ha enredado un nudo en el que confluían la seguridad pública, el fútbol, el vandalismo y las reivindicaciones sindicales. La primera debe estar fuera de cuestión; el mundo del fútbol, invitado colateral al debate, tiene, como prescriptor influyente en la opinión pública, una función clave a la hora de desacreditar al tercer convidado: el vandalismo. Y el último hilo del nudo, el de la acción sindical, necesariamente debe poder desarrollarse sin trabas pero no eludir la responsabilidad de no debilitar la acción de aquellos a los que se supone que va dirigida. Es irresponsable instrumentalizarlos con discursos que no redundan en mejoras o que buscan el mero desgaste político.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
