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Donde está el peligro...

LOS nacionalistas vascos o abertzales, que para mí es lo mismo, estamos viviendo los acontecimientos políticos de Catalunya y las respuestas del Estado español y de destacados líderes europeos con una mezcla de estrés pos- traumático tras el fin de ETA, perplejidad por lo que sucede y expectación cautelosa ante una recentralización política que es lo que está por venir. Solo así se entiende nuestro distanciamiento del proceso catalán y solo así se entienden las propuestas de la izquierda abertzale, ahora a favor del cumplimiento íntegro del Estatuto, o la pretensión del PNV de constitucionalizar el derecho a decidir incluyéndolo en la Disposición Adicional que reconoce los Derechos Históricos del Pueblo Vasco. Todo el debate político parece entrelazado con hilos de diferente largura y color, lo que me produce una sensación de desfase.

El nacionalismo español se está revitalizando. En el tiempo que vivimos todo tiene lugar bajo una capa de anestesia. La opinión pública parece dispuesta a tragar con lo que propagan unos medios de comunicación abusones que piden recortes de libertades por medio del endurecimiento del Código Penal, una cada vez más enérgica actuación judicial y glorias a la monarquía, hechos objetivamente perjudiciales que, sin embargo, producen una respuesta emocional débil y enclenque. Tanto más grave si observamos que en el conflicto catalán las emociones se dividen entre quienes están a favor de los que encarcelan o de los que han sido encarcelados. La cárcel nuevamente como raya trazada en el suelo en beneficio de quienes interpretan la ley arrumbando el debate político. ¿De verdad hay alguien que se crea que lo sucedido en Catalunya es una sedición o rebelión militar? “Soy muy ignorante. Pero la verdad, de todos modos, existe”, dijo en cierta ocasión Franz Kafka y, juegos jurídicos malabares aparte, nadie en Catalunya propuso una asonada militar para conseguir la independencia,

No queda otra España está dando un vuelco y responder adecuadamente desde Euskadi en estos tiempos de inestabilidad y tensión exige inteligencia y determinación. Algunas almas pálidas y pesimistas proponen no meterse en problemas, no serrar la rama en la que estamos sentados y esperar a que el furor nacional-español se desinfle y vuelva a su ser: la endeblez y la contradicción. La débil cohesión social, producto del sálvese quien pueda tras los efectos demoledores de la crisis económica sufrida, ha traído como consecuencia que la independencia de pensamiento y de responsabilidad personal estén siendo devoradas silenciosamente. Y su espacio, ocupado por el ruido de trompetería nacional-populista, una engañosa campaña de seducción masiva.

Así pues, no queda otra que rebelarnos. Rebelarse no significa la búsqueda de la utopía, un ponerse en marcha hacia una ciudad brillante en una colina, caminando iluminados por una visión extasiada. Rebelarse significa establecer un límite en algunas situaciones presentes, muy reales, que se han vuelto inaceptables. Para empezar, el salvajismo político de Ciudadanos o de líderes regionales del PSOE, del PP y hasta de Izquierda Unida que pretenden acabar con el Concierto bien de frente o esquinadamente. Para continuar, la prepotencia del poder económico: ¿hasta cuánto estamos dispuestos a ceder a remotas entidades empresariales a cambio de nuestra comodidad y nuestra conveniencia? Para terminar, la presión de unos medios de comunicación que espolean a la ciudadanía y que, ocurridos delitos especialmente repugnantes, de repente deciden que el país con más presos de Europa debe tener aún más gente encarcelada por más tiempo o para siempre. De acuerdo, nadie merece más atención que una víctima de un acto violento, independientemente de su motivación o contexto, pero del caso concreto no se deben extraer conclusiones universales pues obtendremos una caricatura de la realidad que sustituye a la realidad. Bilbao, sin ir más lejos, se está presentando por grandes medios de comunicación como una ciudad sin ley... para los menores, caricatura descomunal de una ciudad con un nivel de seguridad más que notable. “Keep calm and carry on” (Permanece tranquilo y sigue adelante) es lo que los ingleses aconsejan en esas situaciones.

Rendirnos o seguir adelante es el dilema. Si seguimos adelante, debemos aceptar que no existe un sentido último para lo que hacemos, que la historia no conduce a un solo e inevitable destino, sea la independencia o la justicia social, por lo que debemos aceptar lo que venga si hemos actuado de buena fe. Actuar de buena fe es no buscar excusas para uno mismo, no dejar de hacer lo que crees debido. Actuar de buena fe es lo que siempre hemos llamado compromiso personal, el compromiso con una causa, con cualquiera, y desde luego con la causa vasca, lo que no significa dejar de pensar por uno mismo. Comprometerse es indagar quiénes son los más oprimidos y perjudicados en cada situación y adoptar su versión de los acontecimientos como la correcta.

La ‘reina roja’ española Si queremos ir sobre seguro, tenemos que desarrollar estrategias para lograr una victoria, aunque sea solo local y temporal. La visión estratégica comienza por identificar las situaciones de peligro, que es la condición para la supervivencia de un proyecto, sea personal o social. El Gobierno vasco hace bien en detallar los éxitos de su gestión y no tan bien en mostrar una autocomplacencia excesiva que en determinadas áreas contrasta con la experiencia vivida por los ciudadanos. El ensimismamiento lleva a perder de vista el suelo que se pisa, como sucedió a Tales, el filósofo griego, quien cayó en un pozo porque estaba mirando las estrellas sin percatarse del peligro que tenía delante. El Gobierno vasco hace bien en insistir en que el proceso de recentralización del Estado se ha puesto en marcha, por lo que debemos mantener una actitud de tensión defensiva para defender las conquistas de Euskadi, como nación y como sociedad. Lo que ocurre es que recentralización y pérdida de las conquistas democráticas van de la mano; miremos el ejemplo catalán. Allí se comenzó interviniendo la autonomía, se continuó procesando y encarcelando a líderes políticos de quienes incluso se anticipa doblez, culpabilidad, incapacidad de rectificación y de reinserción. Como dijo la Reina Roja de Alicia a través del espejo (Lewis Carroll, 1871): “Eso, eso, primero la condena, luego la sentencia y por último, el juicio”. El remate están siendo las presiones, otra vez, de la prensa abusona para el cierre de la televisión pública catalana. Mas donde está el peligro se halla también el poder salvador (Friedrich Hölderlin). Mientras la recentralización y la avalancha antidemocrática crecen en España con el sustento de gran número de gente que bajo la bandera se ha enamoriscado de la razón de Estado, la respuesta de la sociedad vasca debe ser apoyar nuestras instituciones. Es la legitimidad de una mayoría social dispuesta a seguir avanzando en la profundización de la democracia y de la construcción nacional, lo que en Euskadi debe ser una misma cosa. Es nuestro poder salvador.