Síguenos en redes sociales:

Jolín, con la Navidad

Aunque está muy manido lo de criticar las celebraciones que hacemos por esta época del año, detecto un fenómeno que no es nuevo pero que se va acentuando. La furia por consumir lleva ya muchos años instalada, pero ahora a esa furia se le une la acritud, la agresividad en la que unos por falta de educación y otros por contagio nos vamos introduciendo.

Salgo de compras por el botxo. El hecho de saltarme por puro desconocimiento una cola (pequeñísima, por cierto) por poco provoca que un señor que al parecer ya venía enfadado de casa me degollara allí mismo. Curiosamente no era el afectado él, sino una señora que no dijo ni pío. Menos mal que la muerte hubiera sido dulce porque estábamos en una pastelería. ¡Vaya con el espíritu navideño, pensé!

Al poco rato, y al intentar salir de un bar, me vi frenado en seco por un par de señoras que estarían cansadas de andar de compras y querían entrar pasando incluso por encima de mi cadáver, sin tener en cuenta esa norma de urbanidad tan evidente que dice “dejen salir antes de entrar”. Y eso que en el establecimiento había sitio y pintxos de sobra. ¡Navidad, Navidad!

Y para no aburrir termino con una amatxu, su hijito del alma y una zapatería. Está la dependienta ayudando a calzarse al nene de marras. De repente el canijo le suelta un tortazo a la empleada y la madre reacciona como quien oye llover, contribuyendo así al desarrollo de otro monstruito maleducado.

Basta por hoy, ya tengo bastante espíritu navideño. A la tarde me quedo en casa calentito leyendo un libro al resguardo de la turba enfurecida.

Espero al menos que aquí no acabemos aborregados como en Madrid que obliga ya a los rebaños consumistas a circular en un sentido único en diversas calles.

Cada día nos parecemos más las ovejas ¿O a los carneros?

Bueno, feliz Navidad a casi todos.