Muniain, ¡presente!
Iker Muniain sigue remontando el vuelo. Se va a cumplir el primer mes de competición y no hay ningún otro en la plantilla que ofrezca un nivel por encima del suyo.
Son solo cuatro partidos, pero se pueden enlazar con unos cuantos de la temporada anterior en que se hizo acreedor a nota. Al final, el empeño de Valverde surtió efecto. Le mantuvo activo contra viento y marea, por momentos parecía que así le recompensaba por el calvario padecido en los siete meses que se tiró recuperando una rodilla maltrecha. Hasta que el jugador correspondió a tanta confianza fue sembrando de dudas el camino, dudas que se añadían a las que había ido dejando justo hasta las vísperas de la desgracia que le asaltó en el Sánchez Pizjuán.
El retraso se dio por bueno, igual que la paciencia del entrenador, en cuanto Muniain empezó a apuntar detalles que recordaban al futbolista que con su debut desbordó la ilusión del entorno. Corría el verano de 2010 y el descaro de aquel tapón que encaraba defensas generó unas expectativas desmedidas, a tal punto que fueron injustas con el propio futbolista, perjudiciales a la larga para calibrar su auténtico estatus.
Con la perspectiva que concede el tiempo, y es tiempo porque no en vano cumple su novena campaña en el equipo, es obvio que no es el Messi rojiblanco, como algunos le apellidaron en un arranque de osadía. No se conoce la existencia de messis, ni alguien que siquiera se le parezca, en club alguno que no sea el Barcelona, pero contabilizados sus registros y ponderado el rendimiento global, Muniain habita en un escalón que andaría entre tres o cuatro por debajo del que ocupa en exclusiva el astro argentino.
Dejando a un lado comparativas estériles, ciñendo la valoración al contexto adecuado y con el material que suponen 330 partidos y 42 goles, a Muniain se le puede exigir que su implicación en el juego, una de sus virtudes más desarrolladas, se traduzca en una aportación interesante en el Athletic. Para pedirle que marque diferencias con asiduidad necesitaría estar en posesión de cualidades que no figuran en su repertorio. Derecho cerrado y con evidentes deficiencias en el golpeo, la banda le castra y tampoco está cómodo dentro de los límites del área.
La conducción, los giros, el regate en espacios reducidos, desbordes que no impliquen grandes recorridos y filtrar pases raseados a zonas de remate, son sus especialidades. Es el catálogo que si acierta a desparramar sobre la hierba le convierte en una pieza útil, además de distinguirle de quienes comparten vestuario con él. Por esto último, su encaje en la alineación le otorga al entrenador de turno una opción para enriquecer la propuesta. Representa un plus, una baza que complementa otras aportaciones de corte menos sutil.
Ahora Muniain se siente fuerte, lo está realmente o no podría burlar el acoso de cuatro rivales como hizo en la fase postrera del encuentro del domingo. Sus sensaciones y sus ganas le han devuelto al primer plano en el equipo. Le cuesta leer la trama del partido, hay fases en que no coge la onda o equivoca la decisión, pero eso no le achanta. Quiere participar e insiste en pulsar el interruptor cuando las luces permanecen apagadas. Por eso precisamente es la víctima favorita de los repartidores de leña y se cobra tantas amarillas.
Mientras consiga mantener la frescura actual tendrá el agradecimiento del colectivo. El apoyo incondicional de buena parte de la grada lo tiene en el bolsillo. En ocasiones ese fervor que suscita se antoja exagerado, casi un agravio para la mayoría, pero a fecha de hoy está sustentado en una realidad objetiva: Muniain ha alcanzado un rendimiento que supera la media y desde luego el que él mismo daba no hace tanto.