LAS dos horas de interrogatorio ayer en la Audiencia Nacional del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, como testigo en la causa que juzga la primera etapa de la trama Gürtel, si bien cumplió con la expectación creada por ser la primera vez que testificaba un presidente en activo, dejó la sensación de falta absoluta de responsabilidad política después de que el propio dirigente popular se desvinculase del todo de la gestión económica del PP en una época (1999-2005) en la que fue vicesecretario, secretario general y presidente de la formación. Desmarcándose de los asuntos contables sobre la financiación de su partido y negando que conociera la caja B reflejada en la contabilidad paralela del extesorero Luis Bárcenas (pieza separada de la causa de la trama de empresas de Correa, objeto de juicio), Rajoy asumió, como así ya indicó en el pasado, la responsabilidad política de las donaciones económicas por parte de las empresas de Correa en base a la ausencia de información o desconocimiento sobre la financiación electoral en 2003 en dos municipios de Madrid. Pero que Rajoy descarte su responsabilidad contable por desconocimiento y asuma la política exige, precisamente, consecuencias de carácter político por parte de quien ocupó cargos al máximo nivel en la formación durante los años de corrupción de carácter político y que ahora, además, es el jefe de Gobierno. Es necesario añadir, y no es baladí, el blindaje de su declaración a la derecha del tribunal, la ausencia del propio Bárcenas en la sala de vistas -su abogado intervino en varias ocasiones a favor de Rajoy- y de la mayoría de los acusados junto a la presencia del nuevo fiscal Anticorrupción en apoyo a las fiscales del caso o las interrupciones del presidente del Tribunal, Ángel Hurtado, a las preguntas de los abogados, que creó un clima de trato institucional que poco ayudó a consolidar la idea de que quien declaraba como testigo en la causa era un ciudadano y no el presidente del Gobierno en ejercicio. Tras la declaración de ayer, en definitiva, todo hace indicar que Rajoy salió indemne de una esperada testificación que se puede considerar un traje a medida en tres frentes salvados: el político, sin consecuencias sobre su futuro; el procesal, en una testificación de escenario excesivamente amable; y también penalmente, una vía, de momento, inexistente.
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