EL anuncio por el presidente de la Fundación BBK, Xabier Sagredo, de la creación de un Fondo de Estabilización que en los próximos cinco años se dotará con cien millones de euros para garantizar a futuro el presupuesto de la Obra Social y para fortalecer el patrimonio de la fundación a través de la inversión en proyectos empresariales debe interpretarse como una excelente noticia que devuelve la actividad de BBK a toda su extensión, con lo que ello supone en el desarrollo socioeconómico de nuestro país. Más allá de que dicha creación sea posible por una flexibilización del decreto 877/2015 de 2 de octubre que desarrollaba la Ley de Cajas de Ahorros y Fundaciones Bancarias mediante la aprobación de otro decreto que extiende de cinco a ocho años el plazo para dotar el Fondo de Reserva de 235 millones que el Banco de España exigía en cumplimiento de las directrices europeas, es la decisión del uso de las capacidades que dicha flexibilización otorga en la consolidación de la Obra Social y el emprendimiento económico lo verdaderamente relevante. También porque, al hacerlo, BBK demuestra que la fusión de las cajas vascas con su resultante en cuando a actividad en el negocio bancario, Kutxabank, no tenía por qué afectar, pese a los agoreros que así lo pretendían, al objetivo primigenio con que aquellas se crearon: una capacidad sostenida de contribuir al bienestar de la sociedad mediante la financiación de mecanismos dedicados a las diversas necesidades sociales y el apoyo a proyectos económicos y empresariales contribuyendo a generar crecimiento económico y una mayor vinculación de las empresas con el territorio en que se asientan. Es decir, es la utilización de los beneficios del negocio bancario -aunque a partir de ahora no solo de esos beneficios, sino también de otros producto de la diversificación de las inversiones- en aportar crecimiento, empleo y riqueza a la sociedad vasca, lo que la flexibilización de la norma permite retomar de forma sostenida después de que la crisis bancaria que ha arrasado con el sector de cajas en el Estado español -con la excepción, precisamente, de Kutxabank- y la consiguiente reforma del modelo tradicional de cajas de ahorro haya forzado a una oportuna prudencia en los últimos ejercicios.
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