Soy de las que piensan que la ciencia tiene una gran belleza. Un científico en su laboratorio no solo es un técnico, es también un niño colocado ante fenómenos naturales que le impresionan como un cuento de hadas. Esta frase la pronunció, en algun momento de su vida, la grandísima Marie Curie, pionera como pocas en el desarrollo de la ciencia, a la que dedicó gran parte de su vida con constancia y perseverancia. Todo un ejemplo para generaciones venideras que quieren dedicar su talento y su vida a la bella ciencia, muchas veces con grandes sacrificios que en muchos casos no se ven recompensados. Cuento todo esto porque viene quizás como anillo al dedo el reciente cumpleaños -diez para ser exactos- que la fundación vasca para la ciencia, Ikerbasque, inició su andadura. A lo largo de estos años dicha fundación ha participado en proyectos en todas la areas del conocimiento de prestigio internacional. Se ha dado cabida en sus centros de investigación a científicos que, supongo, tendrán las mismas ganas, tesón y perseverancia que esta gran dama de la ciencia. En definitiva que Ikerbasque siga dando las mejores oportunidades a todos aquellos que piensan que sueñan: que la ciencia es bella.