No, no voy a hablar de ese barco pirata, el del gallego Benito de Soto Aboal, que noveló José María de Castroviejo, y no porque no me gustaría. Otras burlas y otras piraterías, bien negras, son las que ocupan las primeras planas de los medios de información de manera agresiva y ofensiva. Arden las redes como arde de manera controlada la maleza, se abren los aliviaderos o se quita la válvula a la olla del potaje. Coheterías que dan en cañas chamuscadas que si te descuidas te sacan un ojo al caer a tierra. Ya son muchos años de escribirlo con una mezcla de ira, asco e impotencia. Aquí sobran los análisis sesudos. Hay abuso y el abuso es impune para los miembros de la casta dirigente. ¿A qué otra conclusión puede llegarse?

Blesa y Rato en la calle y “El que la hace la paga” más frase burlesca que nunca, auténtico chiste de taberna y mentidero, esa carcajada desgarrada de quien no puede hacer otra cosa: burla negra. Rato y Blesa, condenados a penas que suponen prisión, pero en la calle y adornados con virtudes -comportamiento cabal e intachable el suyo: burla redoblada- y a verlas venir, con sus respectivas fortunas a buen recaudo, intocables. Si el juzgador no les premia el no haberse partido el culo de la risa en la sala de audiencia, no lo entiendo. ¿Comportamiento cabal e intachable el de esos dos convictos de vivir de mangarla? Ni más ni menos que el de miles de juzgados, acoquinados, que son condenados en las salas de audiencia de todo el territorio nacional. Resulta indigerible, pero esto ya es cosa de ayer, agua pasada, todo es agua pasada, aunque haya sido riada dañina.

Es más difícil que nunca no pensar en que estamos dominados, que no gobernados, por una auténtica camorra, formada por personajes detestables, auténticos hampones en muchos casos, dentro y fuera de los puestos de gobierno y las instituciones. ¿Quién ostenta aquí el poder? Desde luego el Congreso de los Diputados, no. ¿A quién obedecen los jueces? ¿Al gobierno? ¿Y este a quién o a quiénes? Que gobernar en España es un negocio mayúsculo queda fuera de toda duda viendo el rosario de sinecuras a ex altos cargos de gobierno.

Con decisiones como esas, frustrantes, inexplicables para la inmensa mayoría de la ciudadanía, el descrédito de la justicia española ha alcanzado sus cotas más altas.

Podrán seguir dictando sentencias, pero su legitimidad está en solfa, pura burocracia. Tal vez sea esta la sociedad del futuro. ¿Sirve de algo decirlo? De nada. Nuestra debilidad social y política en este terreno es extrema. Digas lo que digas, todo lo concerniente a la mala práctica político-judicial va a seguir igual, o peor. No es derrotismo, es pensar “en buena lógica”, que decían los leguleyos para adornar raciones de humo. Pero aquí no se trata de raciones de humo, sino de tristes realidades, ante las que la ciudadanía se muestra inerme, por impotencia real o por desidia inducida y trabajada a conciencia, y porque no le queda más remedio. La disidencia radical y activa es terrorismo. ¿Qué hacer? Está visto que no queda más remedio que aguantarse, en beneficio de los golfos apandadores y de su fiesta ininterrumpida, porque todo cambio queda excluido si de los tranquilos pelotazos del estamento económico se trata: camorra pura. ¿Cómo es posible que se hable con auténtica pachorra de una policía paralela, venal, a sueldo de la plutocracia, y que no pase nada?

Escritura inútil y necesaria esta por referirse a nada que el lector no sepa, no haya rumiado, por no aclarar nada que no esté aclarado, por no poder proponer ninguna salida. Se burlan de nosotros con recochineo, nos estafan, expolian, despojan, nos sisan, empujan, avasallan? pero, ay, amigo, cómo arden las redes, cómo arden, como las aulagas en el monte con ventolera del sur. Cuando menos ahí crecerán los helechos, aquí no crece nada que no sea una ira sorda e inútil. “¡Me moriré de rabia, no de viejo!”, gritaba (o algo así) Oteiza, más personaje que nunca de esta performance que tiene por título La burla negra.