EL discurso de fin de año del lehendakari Iñigo Urkullu volvió a dar pie a que los partidos de la oposición vasca de izquierda trataran de construir un vínculo entre los mensajes del lehendakari y las políticas del Partido Popular como antesala a lo que sostienen ya se ha producido: un acuerdo presupuestario entre jeltzales y populares. Mientras tanto el propio Gobierno de Mariano Rajoy y su partido han logrado asentar entre los medios de comunicación que les son más cercanos el mensaje de que se está trabajando un acuerdo con el PNV y que por esa vía se obtendrá una mayoría suficiente para sacar adelante unas cuentas actualizadas para 2017. No obstante, lo único cierto a fecha de hoy es la denuncia del propio PNV de que a los gestos de las últimas semanas no les ha seguido el necesario contenido para poder hablar de que, en términos reales, exista una negociación. La pasada semana DEIA adelantaba la llamada realizada por el portavoz del Grupo Vasco en el Congreso, Aitor Esteban, a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría para expresarle su preocupación por el bloqueo de facto de las comunicaciones. Si bien es cierto que se produjo una primera reunión técnica en materia de relaciones financieras Concierto y Cupo y se ha anunciado la voluntad de acelerar las obras del tren de alta velocidad, no es menos verdad que la citada reunión sirvió para constatar los límites del acercamiento de las partes y la vocación manifestada por el nuevo ministro de Fomento requiere de un desarrollo que deberá tener reflejo en los presupuestos de 2017. Todo lo escenificado hasta la fecha -que no es tanto- pende de una proactiva voluntad política de desanudar enredos que ni Mariano Rajoy ni su vicepresidenta han aplicado aún. Esos mismos presupuestos para los que se demanda el respaldo jeltzale tienen que ser negociados sobre bases diferentes a los prorrogados para que incorporen compromisos. Y eso, sencillamente, no está ocurriendo. Asistimos a una sucesión de especulaciones a dos barajas en la que, una vez más, Rajoy ejerce de prestidigitador agitando un señuelo mientras trata de obtener la abstención del PSOE, que siempre ha sido su prioridad confesada. Si aspira realmente al acuerdo con Euskadi, no debería limitarse a teatralizar el célebre deshielo con citas para la galería: debe abrir su acción de Gobierno a las prioridades vascas.
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