De mayor, jurado del Nobel
LO mejor que te puede pasar si te cae un Nobel es no ser alguien muy popular; es preferible ser un discreto novelista bielorruso, un bioquímico belga o un matemático austríaco. Pero tras la sorpresa de Bob Dylan y del cambio de librazos a temazos, pienso en Vargas Llosa: una vida entera suspirando por un premio que seis años después se lo han dado a un músico que fuma porros. Un cuarto de humanidad anda enfurecida, otro cuarto en éxtasis y entre el resto, los que no saben citar el título de una sola de sus canciones y a los que les suena su voz nasal; se incluyen los que jamás han leído a Murakami, Roth o Adonis. Todos, sin embargo, opinan soliviantados mientras el galardonado guarda silencio. El mundo entero lleva dentro un miembro del jurado de los Nobel que debe de ser el departamento de I+d+i de la academia sueca y que apostó por el asombro con aquel galardón de Paz que se llevó Obama por negro y presidente o la UE, en plena crisis económica y ordenando a los gobiernos el rescate de los bancos. Por las aportaciones extraordinarias de sus candidatos, se constata que el Premio Nobel es un galardón bien democrático, un músico puede acceder al de literatura y un planeta completo sentenciar si se ha tomado una mala decisión. Parecíamos hartos de votar, pero ahora no queremos ser testigos y sí peritos, intérpretes o jueces, casi como un talent show, televisado y retuiteado donde los dislikes son para el jurado.
susana.martin@deia.com