PASA por ser el intento más serio para tratar de poner punto y final a la guerra de Siria aunque los propios sirios apenas si han podido participar de su gestación. El compromiso suscrito con el amparo de los jefes de la diplomacia rusa y estadounidense no se oculta, en palabras del propio John Kerry, que está sostenido por la mutua desconfianza entre las partes y, en consecuencia, recoge un riguroso procedimiento de control del cumplimiento de sus condiciones. Condiciones que, fundamentalmente, consisten en propiciar una clarificación de los frentes de la guerra siria que permita distinguir dónde se está desarrollando el conflicto civil que comenzó siendo y dónde se fijan los focos de control de las fuerzas yihadistas internacionales que operan bajo las siglas del ISIS y sus aliados del Frente de Conquista del Levante, originalmente vinculados a Al Qaeda. Para ello, el pacto pretende imponer un sentido pragmático en el conflicto para distinguir al enemigo común. Para ello, se imponen condiciones para obtener un alto el fuego real en los frentes en los que confrontan los auténticos iniciadores del conflicto: los propios sirios partidarios y opositores al régimen de Al Asad. Son dos rivales de difícil conciliación y solo la propia fatiga de cinco años y medio de brutal conflicto armado que, a su vez, ha provocado la mayor crisis de refugiados hacia Europa desde la II Guerra Mundial. El secretismo de muchos de los compromisos alcanzados, al que ayer mismo aludía el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, impide poner medida a los aspectos que la parte conocida del acuerdo no responde. En primer lugar, de lo conocido no se desprende una solución política a la situación siria, que aparentemente pasa a un segundo plano frente a la prioridad de combatir al extremismo yihadista. tampoco se aclara cuál será el papel de Turquía en el proceso, tradicional aliado de Estados Unidos pero que recientemente establecía líneas de coordinación de acciones con Moscú y que se ha convertido en el agente militar más potente en el norte de Siria con sus últimas intervenciones. Lo que lleva a temer por el otro polvorín de la región: la sostenibilidad de las autonomías kurdas tanto en Siria como en Irak. El acoso de Ankara para tratar de disolver lo que considera una amenaza puede también dificultar el pacto sirio.