Llego del trabajo. Me cambio. Cojo la bici y paso por un parque. Me llevo una sorpresa al oír a unos niños gritar. Supongo que estarán jugando al escondite o dándole a la pelota, pero no, iluso de mí, era una quedada para cazar Pokémon. Y es que en unos años tendrán que poner pantallas en los parques para que con una pelota computerizada los niños jueguen al futbol a través de la WII. Sigo con mi ruta tratando de esquivar a los zombis que van mirando el móvil todo el rato sin prestar la mínima atención al mundo que les rodea y a la vuelta me paro para sacar dinero para comprar pan para la cena, pero me encuentro al típico hombre adicto a las tragaperras me supongo, ya que está casi quince minutos en el cajero. No sé si hay gente que se cree que los cajeros son los nuevos recreativos, pero a veces me dan ganas de darles un par de fichas para que se vayan a un casino y se entretengan, con tal de poder sacar dinero de una vez. Ya en casa y puesta la cena, cómo no, debo enfrentarme con mi gata para que me deje cenar tranquilo. Pongo la tele y veo el programa de citas a ciegas que me produce vergüenza ajena, pero que entretiene. Luego, a leer y a dormir, y así termina mi día. ¡Qué nuevos seres me cruzaré mañana! Eso solo Dios lo sabe.