Partiendo de que la libertad y la igualdad son dos fundamentos básicos sobre los que se sostienen y organizan los países civilizados, no se entiende cómo uno moderno y en teoría demócrata como el español, que en 1978 aprobó una ley de leyes con el rechazo del 70% de los vascos, nos niegue un derecho que él mismo ratificó en su día en la carta magna de la ONU. Una vez más nuestro rechazo no iba descaminado, ya que los distintos gobiernos de derechas y de izquierdas surgidos en la democrática España desde entonces, nos prohíben hacer una consulta popular que resolvería un conflicto largamento enquistado. Ante las trabas, e imitando la fortaleza y convicción del pueblo catalán implicado en la misma problemática que el nuestro, los ciudadanos de Euskal Herria superando los matices partidistas que nos separan, tenemos que sumar voluntades en torno a lo que creemos y nos une a casi todos, para lograr en paz y libertad el legítimo deseo que nos asiste, de elegir nuestro propio camino. Después de las continuas negativas, tanto el pueblo español como el francés tendrán que reconocer que entre las dos vertientes del Pirineo hay un pueblo diferente, que a pesar de las componendas, presiones y del tiempo pasado, tiene memoria histórica y exige que le sean respetados sus deseos de preguntar qué tipo de relaciones quiere con el mundo y los países que lo componen. Ya nos han repetido un montón de veces que nuestra decisión la tomamos al votar la excluyente Constitución española, y que toda pregunta habría que dirigirla a través del Parlamento, que es donde reside la soberanía popular. Esa verdad incuestionable guarda un engaño, ya que siguiendo esa lógica ni nuestro pueblo, ni el catalán, ni otros con las mismas aspiraciones de organizarse, dada la superioridad numérica de los diputados que defienden la sacrosanta unidad de España, nunca lograría cambiar las limitaciones impuestas por la Constitución, ni preguntar nada. ¿Cuál es la solución? A pesar de ser un derecho reconocido en los tratados y de los estorbos que los dos estados y el mundo nos seguirán poniendo para minar nuestra voluntad, creo en la fortaleza de iniciativas populares como la de Gure Esku Dago, que sin ningún liderazgo partidista está concienciando e impulsando pueblo a pueblo consultas populares no vinculantes, que se harán este año y los próximos. Por eso, yo animaría a los que tienen un mínimo de conciencia y sentimiento de pertenencia a un pueblo antiguo, al que todavía no han logrado doblegar del todo, a colaborar con esa iniciativa ciudadana que a algunos escépticos nos ha vuelto a insuflar el entusiasmo que teníamos perdido.