La semántica del lenguaje
Afirman los lingüistas que las formas son tan importantes como los contenidos. En realidad lo que ahora se valora del escritor no es el argumento o el guion, se hace hincapié en el estilo, en lo descriptivo; un guion vulgar puede tener éxito si se pone en manos de un experto en redacción. De ahí que los periodistas de fama son los que dan forma a los discursos de los políticos. Así, los periodistas deportivos llaman trabajar a lo que antes se llamaba jugar. Las crónicas sobre la actividad de la policía utilizan la semántica afirmando que han realizado su trabajo, que es sencillamente disolver a porrazos manifestaciones. Estremece verles en Hungría o Macedonia enfrentarse heroicamente a refugiados tan agresivos como madres embarazadas, ancianos desesperados que suplican humanidad. Los agentes, impertérritos, golpean a niños, les separan de sus padres y evitan la avalancha de masas enloquecidas que pretenden embarcarse en trenes cuyo destino no se sabe. Ese es el trabajo de los aguerridos agentes. Si a ese trabajo se añade el de los políticos europeos como los del primer ministro húngaro que pide y suplica a los despavoridos invasores de su patria que quieren salvar su vida que vuelvan a sus países de origen en los que se está matando a la población, con el silencio y complicidad de la civilizada Europa. Con todos esos argumentos, pero con palabras dulcificadas, como “proteger la civilización cristiana occidental” o discriminar emigrantes de refugiados que huyen de la guerra, o en palabras de Rajoy afirmando que “España cumplirá con sus compromisos humanitarios”, es evidente que con esa semántica la población de los países que se sienten espantadas por tanta inmoralidad y desprecio, se sentirán más tranquilas y estarán satisfechas porque ven el futuro despejado y pensarán que los horrores padecidos fueron solo una pesadilla.