Vaya por delante una advertencia. Lo que van a leer en estas líneas es información privilegiada, algo que nadie sabe, ni siquiera los sujetos implicados en esta trama. Una filtración para que puedan quedar como personas enteradas cuando alguien inocentemente les pregunte qué va a ocurrir en los próximos días con esto de las negociaciones para poder formar gobierno. Apunten.

El actual presidente en funciones se va a ver obligado a dar un paso a un lado -ahora se dice así, ya no se dan pasos atrás-, lo que va a generar una situación inédita hasta ahora, un golpe en el centro del tablero de ajedrez. Algunas fichas van a caer, y otras se van a mover de sus casillas. Al frente del partido que durante la última legislatura ha sostenido al gobierno se va a colocar a otra figura mucho más flexible, más consciente de los problemas que puede acarrearnos el tener que repetir las elecciones. Esa sensatez, y las presiones a las que se van a ser sometidos, van a hacer que en una nueva sesión de investidura, el candidato socialista sea elegido nuevo inquilino de la Moncloa con el apoyo de los de Rivera y de alguna fuerza nacionalista, la abstención de los populares y la indiferencia de los podemitas.

Lo que va a desencadenar todo este terremoto todavía está por saberse. Aquí pueden especular con los papeles de Panamá, con las tensiones internas insostenibles que se viven en el partido, o con cualquier otro asunto que les venga a la cabeza. Ya por cuadrarlo todo pueden dejar caer, como si se les hubiera ocurrido en ese momento, que de esta forma el último domingo de junio queda libre por si alguien tiene la urgencia de convocar elecciones autonómicas.

¿Es esta una hipótesis posible? sí. ¿Es probable que se cumpla? no. Pero, como acierten, no van a tener precio como analistas políticos y, si se equivocan, nadie se lo va a recordar.