La Humanidad pasa por momentos demasiado tristes, desesperanzados. El ser humano se niega a aceptar que está condenado a entenderse. Todo lo que le aparte de este ideal solo le llevará a su destrucción. ¿Existe algo más inútil que la esperanza? Es la pregunta que a veces me hago al observar tanta desgracia. Y sin ella, ¿qué sería de nosotros? La esperanza es un sentimiento que no nos pertenece por entero. La vida nos lo presta como un maravilloso tributo que nos sirve para hacerla más llevadera y menos despiadada. Así es. La confianza tiene la propiedad de hacernos más soportable la existencia. Va unida a la ilusión, a la fe en uno mismo, en los demás y en qué despertaremos a un nuevo día. Sin embargo, si somos realistas, las cosas no suceden tan solo por las expectativas que pongamos en ellas. Tenemos que trabajar a diario por conseguir nuestros propósitos y nuestras metas. Luchar por construir un mundo menos hostil y más acogedor. Y hacerlo desde una perspectiva edificante se nos hará más motivador. La esperanza es ese punto de optimismo que nos empuja a dar un paso más, a no derrotarnos ante la adversidad y a sobreponernos a los fracasos. Es el motor de nuestros sueños. Y la vida carente de utopías se nos haría insoportablemente real. La esperanza es lo último que se pierde porque la vida nos la sigue regalando. Es lo que queda cuando ya no queda nada.
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